miércoles, 22 de enero de 2014

Fotopostales viajeras


La Vieja Estación, La Plata

Por Bárbara Dibene
Fotos: Gentileza de Gilda Selis

Más de una vez nos conformamos con recibir el típico "Feliz cumple, que lo pases lindo" y sus variantes para otras fechas especiales, los medios suelen ser Facebook, mensajes de texto o, si se estima mucho a la otra persona, un llamado al celular. De a poco, hemos perdido la particularidad de nuestra escritura y el entusiasmo por el detalle, pero emprendedores como Gilda Selis y su novio, Alejandro Benson, luchan simbólicamente por recuperar una gran costumbre olvidada: enviar postales.

"De acá para allá" surge a partir de la inquietud de Gilda, una joven periodista de Tolosa, que había hecho amigos extranjeros y quería enviarles postales de La Plata para que la recordaran. El problema fue que los modelos eran básicos y formales, en todos se repetían la Catedral o el Museo de Ciencias Naturales y no se llegaba a captar "la esencia" de la ciudad. "Un día se lo comenté a mi novio, que es diseñador en Comunicación Visual, y me sugirió que si no encontraba lo que buscaba, podíamos hacerlo nosotros".

Unos meses después, en abril del año pasado, ambos se presentaron en la Feria del Libro Independiente y Autogestionada (FLIA) con las postales que habían creado, y tuvieron una muy buena recepción. "Nos dimos cuenta que éramos varios los que enviábamos postales y sobre todo los que queríamos que no se perdiera esta hermosa costumbre con el auge de la era digital".

Gilda está convencida del valor de la postal no sólo por una cuestión estética sino por la dedicación de aquel que regala. "Al recibir una postal o una carta a mano, sabés que la otra persona se tomó el tiempo de sentarse, elegir el papel o la postal, escribir en puño y letra, pensar las palabras, preparar el sobre y enviarlo desde la oficina de correo. La sensación de recibir de repente una carta o una postal debajo de tu puerta que cruzó ‘analógicamente’ el mundo es mucho más satisfactoria que recibir un e-mail en tu casilla o un saludo de cumpleaños por Facebook. Es muy distinto. Tiene esas cosas del tachado, de los dibujos, de la caligrafía, de sentir el papel, de tratar de entender las letras, lagrimear encima, y guardarlas como un recuerdo y quizás en otro momento volver a verlas".


Gilda no puede salir de viaje sin su cámara y eso le permitió tener un gran archivo de fotos para comenzar con las postales, aunque después fue sacando nuevas fotos específicamente para utilizarlas en su proyecto. "Decidimos, por ejemplo, fotografiar La Plata con ojos de viajeros y no como locales. Logramos verla con mucho arte callejero, mucho verde, con mucha arquitectura única, y con muchos detalles que pueden parecer insignificantes para quienes viven allí, pero que para los extranjeros no, como los charcos".

Con cientos de registros de paisajes de la Argentina, la joven periodista menciona como los más "fotogénicos" al Glaciar Perito Moreno, el Cerro de Siete Colores, el río Paraná y un pueblo de montaña en Salta, llamado Iruya. También logró recorrer algunos lugares en el exterior que la fascinaron y forman parte de sus colecciones de postales, como Nueva Zelanda, Montevideo y algunas ciudades de Chile donde los grafitis le robaron la atención. "Últimamente en mis viajes me paso horas caminando por las calles mirando las paredes y descubriendo mensajes escritos que hablan mucho de cada sociedad. En vez de entrar a museos que suelen aburrirme prefiero estos museos de arte viviente, al aire libre, llenos de mensajes políticos, sociales o decorativos. Muchas veces son estas expresiones callejeras las que más muestran la cultura local y las que miden el termómetro del momento social que se está viviendo en un lugar. Esos momentos que no aparecen retratados en los museos tradicionales. Valparaíso explota de arte urbano y creo que fue hasta ahora uno de los lugares más fotogénicos que visité, o por lo menos uno de esos lugares a los que quisiera volver".

Recientemente, viajó a Ecuador durante dos semanas y espera que toda esa experiencia se plasme en una nueva colección.  "En Cuenca, una ciudad colonial, llena de iglesias me encontré con decenas de murales. La selva fue increíble, pasamos unos días en el Parque Nacional Yasuní, la entrada al Amazonas y fue inolvidable. Escuchar los ruidos de la selva, convivir con insectos enormes, arañas venenosas del tamaño de una mano, hormigas del tamaño de un pulgar, alacranes letales, monos, jabalíes, caimanes. Que nos enseñaran los poderes medicinales de las plantas, la inmensidad del paisaje".



Ante las fechas especiales como el día del padre, de la madre o navidad, "De acá para allá" ofrece personalización de las postales. Gilda recuerda que por ejemplo, "para el día del amigo muchos nos enviaron fotos con sus amigos y alguna frase que representara su amistad y nosotros se las hicimos. Está bueno porque es algo que despierta emoción, y que es económico. Hoy en día no comprás nada con $10, que es el costo de cada postal". Además de esto, se atiende a la demanda de los clientes, como la de "Masa crítica", un grupo de chicos que andan en bicicleta, y necesitaban una serie especial dedicada a ellos.

Para el futuro, espera seguir diseñando y en algún momento fusionar la fotografía con la escritura, tal vez agregando textos propios a las postales. Por ahora pueden contactarla en facebook y hacer su pedido, o si son de La Plata acercarse al Pasaje Rodrigo (51 entre 4 y 5) y verlas en el local Reina Batata. Desde Transeúntes le deseamos que los viajes continúen y las postales se multipliquen.

Facebook: De acá para allá

viernes, 3 de enero de 2014

La fiesta del muñeco: una tradición en La Plata

Por Bárbara Dibene
Fotos gentileza de Carolina Mostaccio

Haciéndole frente a la ola de calor más larga en la historia del país, cientos de platenses trabajaron hasta el último día de diciembre en la construcción de los tradicionales momos, enormes muñecos de madera, engrudo y papel, que durante la noche del nuevo año se hacen cenizas para celebrar lo que viene. Transeúntes comparte con ustedes un poco de los festejos, luego de pasar la tarde y la noche del 31 con los vecinos del "minion tropical".




Cuando en 1956, Luis Tortora armó el muñeco de un jugador de fútbol en honor al triunfo de Cambaceres en la Liga Amateur, seguramente no imaginó que su ocurrencia se convertiría en toda una tradición. Sólo el tiempo y el entusiasmo contagioso lograron que poco a poco los muñecos se multiplicaran y perfeccionasen. La dictadura fue lo único que los apagó, pero a fines de los ochenta renacieron con fuerza y hoy son la marca registrada de una ciudad que los adoptó y los hace hablar.

"Ponele todo, dale, que haga ruido", indica Carolina,  la joven organizadora del  momo N°142. El frente de su casa es, desde hace varios días, un taller al aire libre y hoy no es la excepción, su familia está armando bollos de papel de diario y prepara cuidadosamente los cohetes. Ella ya los contó, son 160. Los nombres de los petardos le causan gracia: "tumba ranchos bien villero" y "mata suegras" son los más populares y los más económicos. Este año una torta de 16 fuegos ronda los 150 pesos y las colectas no dan abasto.

En la mayoría de los barrios, los más chicos son los encargados de pedir monedas. Con tenacidad copan las esquinas y se quedan por horas esperando y deteniendo a los autos. Pero en este caso el rol lo tiene Camila, que con sus catorce años y una latita en las manos repite arrastrando las palabras "una colaboraciooooón". Por política propia, la familia no puso sogas ni cortó la calle, simplemente dejan que la gente se acerca voluntariamente y tienen suerte porque muchos lo hacen.



Viviana, la madre de Carolina, está sentada en una reposera en la vereda y celebra la recaudación de su sobrina. "Mira cómo encara Cami. Algo hay que darle, aunque sea un helado se tiene que comprar, un cuartito acá en la esquina". Luego recuerda cuando empezaron con la tradición, hace muchos años ya, con la idea de tener entretenidos a sus hijos y sobrinos durante las vacaciones, y como se fueron sumando otras gratificaciones, "la primera vez hicimos un Piñón Fijo y nos morimos de alegría porque la cuadra estaba llena, se había movilizado todo el barrio. Lo más lindo es la cara de los nenes cuando hacés una figura infantil, se ilusionan mucho".

Los muñecos adoptan formas diferentes todos los años, algunos personajes se mantienen y otros se viralizan por las películas de moda, como los Minions, de "Mi villano favorito", que se repiten en varias esquinas. Esta vez fueron 191 los inscriptos, cuyos responsables tuvieron que pasar por charlas informativas y obligatorias, en las que les explicaron cómo y con qué rellenar sus muñecos y a cuánta distancia de él ubicar las sogas de seguridad.

Cada muñeco lleva muchísimo trabajo. Carolina fue, en este caso, la encargada de elegir el personaje, dibujar el diseño y tomar las medidas para que las dimensiones sean las correctas. "Teníamos todo controlado, el tema de la cartapesta y la pintura re bien, lo que nos faltaba era alguien que nos ayude con la estructura, costó conseguir que nos ayudaran los hombres", se burla mientras saluda a la gente del barrio. Son casi las siete de la tarde y muchos se acercan a preguntar a qué hora lo queman. Como todas las veces anteriores será temprano, a la una y media.



Después de casi un mes de preparación, todo está listo y el clima da tregua. De los 38 grados de sensación térmica, ahora se disfrutan unos 33 y de un leve viento que alivia. Viviana se levanta y avisa que se va a bañar y empezar a preparar todo, nos saluda y felicita al grupo, "somos meritorios por hacer el esfuerzo con la temperatura de estos días. Salíamos de la pileta, hacíamos un poco y volvíamos al agua. Estamos contentos por cómo quedó".

La quema

A la una, la esquina de 140 y 49 está llena de familias esperando por el "Minion Tropical", iluminado por varios reflectores blancos. Un grupo de chicos de unos diez años llega en bicicletas, mientras otros, más pequeños, van de la mano de sus padres y se sientan en el cordón de la vereda. Desde la casa de Carolina y Viviana el cuarteto se escucha a todo volumen.

A los pocos minutos, todos empiezan a aplaudir. Los horarios se respetan casi religiosamente para que el que quiera pueda correr al resto de los muñecos, que arderán en diferentes tiempos y barrios. El papá de Carolina, un hombre alto y forzudo, hace un poco de ruido con petardos antes de prenderle fuego al muñeco desde el sombrero lleno de frutas. La explosión y el calor hace retroceder a los valientes que forman la primera fila.

Desde más atrás, niños a caballito aplauden y se ríen. El fuego dura varios minutos y muchos filman y sacan fotos. Los chicos de las bicicletas se van a otro muñeco, pero otros tantos se quedan hasta el final. La música sigue y la fiesta también, la noche es larga.





miércoles, 1 de enero de 2014

Año Nuevo holandés: entre nieve y cañones

Por Silvia Rego, desde Vriezenveen

Inauguramos nuestra corresponsalía Transeúnte con una caminante que ama viajar. Tanto que después de más de medio día de viaje , llegó a Vriezenveen, un pequeño pueblo a unos 150 kilómetros al este de Amsterdam, Holanda para pasar unos días entre la nieve y los paisajes tan distintos a los nuestros. Silvia Rego hace una breve reseña sobre los festejos por Año Nuevo y muestra en sus fotografías, casi en tiempo real, lo que ocurre por esos lares.


Los pobladores de cada región holandesa tienen sus propias formas de festejar el último día del año viejo y el primero del que acaba de llegar. En el norte, los holandeses más valientes se dan el famoso "Chapuzón de Año Nuevo", en el helado Mar del Norte. Este evento se organiza en varias playas, pero el más popular es el de la playa de Scheveningen, en La Haya.

En la zona rural de los Países Bajos, los agricultores holandeses sienten especial predilección por la pirotecnia. Llenan barriles con carburo y agua para luego taparlos y ponerlos a calentar, fabricando cañones caseros , llamados carbidkanon. Tradicionalmente, el 31 desde muy temprano los llevan en carros y tractores a zonas muy abiertas y los hacen explotar durante todo el día, intensificando los estruendos con la llegada del primer día del año nuevo. Así, lanzando petardos y tracas (petardos y cohetes colocados a lo largo de una cuerda, que van estallando uno detrás del otro), es como los habitantes de este país toman algo de calor, ya que las calles están heladas o nevadas para estas fechas. Pasada la medianoche, la gente sale a la calle para ver los fuegos artificiales y celebrar el año entrante .



Las luces de los hogares se apagan , “todas “, porque es una "noche de travesura" y dejar las luces encendidas hace a las casas un blanco fácil para la "tentación". Así transcurre el comienzo del año nuevo, algunos en silencio y otros en las calles realizando las primeras travesuras del año, que pasan de generación en generación, tales como incendiar fardos, subir carros a lugares insólitos como el techo de una casa.

Y así como los argentinos nombramos el mantecol, la garrapiñada, para ellos la comida típica del año nuevo son los famosos Oilebollen que se deben probar sí o sí. Estos panes de aceite son grandes bolas fritas redondas, cubiertas de azúcar, de varios sabores, parecidas a nuestros buñuelos aunque con un sabor distinto pues suelen estar rellenas de pasas, y se preparan para esta fiesta en las casas.

Muchas personas se pasan el resto del 1 de enero en silencio, a menudo en compañía de familiares o amigos cercanos. Otras, preparan excursiones o salen a andar en bicicleta por el campo, u organizan una recepción de Año Nuevo con una comida en reunión.