domingo, 16 de marzo de 2014

3º Parada: Despedida, Lago Espejo Chico y el episodio del “pijama a rayas”


 Nota y fotos: Inka von Linden


Como broche de oro de la banda viajera, cumplimos con el “plan A” inicial: el Cajón del Azul. Fue una caminata de cuentos de hadas: bordeamos el río Azul, atravesando bosques de cipreses, alerces y arrayanes, y algunos  valles cubiertos por flores y prado. El color y la transparencia de ese río nos impresionaron por su intensidad.

Luego de 3 horas de recorrer declives, cuestas y extensas partes planas llegamos al Cajón del Azul: un cañadón cuyo ancho varia de acuerdo a la altura del recorrido, de 40 metros de profundidad, dentro del cual se “encajona” el río Azul.

El paisaje que conforma este río azulado, contenido por paredes de piedra y decorado por algunos árboles y vegetación autóctona ¡es imperdible! Fue la mejor despedida de El Bolsón y de la banda, que se dividió para tomar diversos rumbos. Magui y Cifo se fueron a Bariloche, y el Sr. Atlántico y la Srta Scout  a San Martín de los Andes. ¿Y qué destino podía elegir la mochilera principiante? El recorrido de los 7 lagos, por supuesto.

Según el diccionario viajero, se denomina “Camino de los Siete Lagos” a un tramo de la Ruta Nacional 40  en la provincia de Neuquén, que se ha convertido en el folklore mochilero del sur argentino. Este camino une las localidades de San Martín de los Andes y Villa La Angosturay pasa por los lagos Lácar, Machónico, Falkner, Villarino, Correntoso, Espejo y Meliquina. ¡Uno más lindo que el otro! Además de estos siete, hay otros lagos dentro del recorrido como los Hermoso, Escondido y Traful.

Y así comenzó una segunda etapa del viaje, acompañada por mi fiel amiga Jele. De la “banda viajera”, pasamos a ser “las alemanas”. Tomamos como punto de partida Villa la Angostura y fuimos subiendo en colectivo. Primero acampamos dos noches en el lago Correntoso. Era un camping agreste, algo alejado de la ruta, llamado casualmente “Siete lagos”. Un hermoso lugar, tranquilo, donde se podía descansar y escuchar la naturaleza. Un combo que valía 60 pesos el día y es altamente recomendado para compartir en familia.

Guiadas por los comentarios de otros viajeros, elegimos como siguiente destino el Lago Espejo Chico. ¿Cómo explicar un lugar tan parecido al paraíso? El lago era verdoso cristalino, y estaba rodeado de bosque por un lado y de playas de arena blanca por el otro.

El camping agreste estaba a 2 Km de la ruta y valía 50 pesos el día. Las carpas se disponían conformando un gran círculo alrededor del fogón principal que estaba ubicado en el centro. Algunas se encontraban bordeando el lago y otras arrimadas al bosque. Un contraste total con el camping anterior: a todas horas había lío (música, guitarreada, charlas y risas), estaba repleto de grupos de jóvenes y definitivamente no era un lugar para relajarse en familia.


Llegamos  como a las diez de la noche. Error de mochilera principiante, porque en la oscuridad es difícil encontrar un buen lugar y armar la carpa. Desde el primer momento se percibía en el ambiente una energía positiva,  de ritmo y movimiento. Era tal la amabilidad de los acampantes, que cuando nos pusimos  a dar vueltas para buscar un lugar, unos chicos nos ofrecieron un sándwich de lomito y otros nos invitaron a una guitarreada en uno de los fogones. Cuando ya nos parecía demasiada cortesía, al momento de armar la carpa, apareció nuestro vecino con su linterna para ayudarnos. A las once ya teníamos carpa, comida y fogón.

Más tarde se armó la gran fogata con guitarreada. Un grupo viajero conformado por 13 muchachos (si ¡13!) de Coronel Suarez, se jactaban de ser los dueños del fogón, porque habían traído toda la leña. Eran el alma de la fiesta del camping.

El repertorio musical fue amplísimo, pasamos de cantar- y hasta bailar- el reggaeton “Lo que pasó, pasó” a gritar el “Lamento boliviano” de los Enanitos y también susurrar “Yo no se lo que me pasa” de los Auténticos.

Entre cantos y gritos  apareció de pronto uno de los chicos de Coronel Suarez que se había ido a cambiar. Estaba vestido de pies a cabeza con un traje aterciopelado de tigre -sí, de tigre- y no pude resistirme:

-Qué hacés así disfrazado
-No es un disfraz, es mi pijama- contestó muy serio.

El enterito era tan mullido y calentito, que no necesitaba la bolsa de dormir. ¡Un gorrito con orejas y hasta cola tenía! Hay que reconocer que era bastante práctico, quizás una buena opción para el próximo campamento. Lo voy a tener en cuenta, y ustedes?


Continuará con la llegada de los mochi-chetos  y cupido en acción en el fogón, ¡imperdible!

Notas anteriores: Epuyén
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                          El Bolsón 1


viernes, 14 de marzo de 2014

La Plata explota en línea!


La Plata Rollea cumple seis años y planea un nuevo recorrido por la ciudad con patinadores de todo el país. Julián, uno de sus fundadores y coordinadores de las salidas, nos cuenta su filosofía del deporte y cómo emprendió esta propuesta en la ciudad.


Fotos y nota por: Bárbara Dibene

Puntual, a las ocho, un joven patinador llega al frente del Teatro Argentino y se desplaza por el estacionamiento mientras escucha música. A unos metros, en la esquina de 10 y 51, el grupo de ciclistas y el de los skaters se dispersan y lo dejan solo. En pocos minutos comenzará una nueva salida de La Plata Rollea y las escalinatas del teatro serán punto de encuentro por última vez en el día.

Poco a poco empiezan a sumarse rostros y rollers a la salida del martes, que promete buen clima y unos 150 participantes. Julián, quien emprendió esta idea hace varios años con cinco amigos, es el coordinador del recorrido. Cuando llega se disculpa por el retraso: "Es que casi siempre estoy atado a otros horarios ". Y así es, ya que es traductor freelance de inglés y regularmente trabaja unas doce horas al día. Las salidas son su recreación y una actividad que promete seguir adelante y en forma gratuita.

"Los dos primeros años éramos apenas dos o tres que nos juntábamos. Alguno que otro decía que iba a ir, publicaba en el foro patinenlinea.net [ahora en desuso], pero seguíamos siendo pocos. Con los meses llegamos a ser veinte y pudimos armar salidas más planeadas, pero no tan organizadas como ahora". Desde ese momento, las salidas son los martes y jueves a las 20 horas. 

Para Julián, el cambio y masividad vinieron con Facebook. "Cuando el foro dejó de ser amigable por el diseño y sus limitaciones, seguí la recomendación del creador del grupo de capital [Patín en Línea Buenos Aires] y creé la página por la que ahora nos manejamos. A la primera salida después de eso, éramos 25 personas más que yo no conocía. Desde ahí no paramos de crecer".

Una de las cuestiones que más se recalcan en la convocatoria es saber frenar perfectamente, aunque si no se sabe hacerlo, "La Plata Rollea" ofrece clases para principiantes. La organización es lo que les permite no tener problemas ni accidentes. Julián es estricto con eso: "Ocupamos un solo espacio, si vas a una salida vas a escuchar que por ejemplo gritamos derecha; respetamos las reglas de tránsito y no ocasionamos daños a la propiedad pública".

Por supuesto, a pesar de las precauciones y el esfuerzo porque no pase nada, hay quienes no prestan suficiente atención. "Hay gente que se siente inmortal y van en otra cosa cuando vienen autos. Gracias a Dios nunca pasó nada grave, pero si ha habido choques y esa situación, la persona siempre pierde frente al auto". 

Este sábado, el grupo cumple seis años de funcionamiento continuo y popular, donde la idea del deporte en comunidad se volvió su leitmotiv. Julián y los demás esperan a unos mil patinadores del país para hacer un recorrido de 14 kilómetros por la ciudad. Desde ya, agradecen a la Municipalidad por proveerlos del permiso y los móviles necesarios, e invitan a la ciudad a hacerse eco del evento que ya se convirtió en "de interés municipal".

Antes de que nos vayamos, Julián recuerda las muchas notas que le hicieron sin prestarle atención y haciendo las mismas preguntas de siempre. Por eso, burlándonos del cuestionario "tipo diván", hacemos la nuestra: ¿y cuál es tu mayor sueño en la vida? Él se ríe y nos cuenta sobre la magnitud del París Roller, donde casi 15 mil personas salen desde la Torre Eiffel todos los viernes, "eso sí que es un sueño, cuando tenga plata espero patinar ahí". 




jueves, 6 de marzo de 2014

2º Parada: Epuyén, el Encuentro de artesanos y el episodio de la “jirafa”



Nota y fotos: Inka Von Linden

El destino eligió por nosotros. Perdimos el colectivo para ir al refugio del Cajón del Azul  y como plan B tomamos el primer colectivo que pasó. Así fue como la banda viajera, después de una hora, llegó a Epuyén.

Se trata de un pequeño pueblo que pertenece a la Comarca andina del Paralelo 42 (grupo bioprovincial de parajes cordilleranos) y está al noroeste de la provincia de Chubut. Se encuentra en medio de naturaleza pura, entre valles con arroyos cristalinos y bosques de cipreses, coíhues y maitenes.

Al caminar por Epuyén se podía sentir la soledad. Y el silencio era interrumpido, cada tanto, por el trino de algún pájaro. Nos instalamos en el camping Quimey antu, que salía 35 pesos el día. Nuestra  idea era quedarnos sólo una noche, y terminaron siendo tres. Como había llevado poca ropa, ya que el plan A  era subir el refugio del Cajón en el día, tuve que improvisar y ponerme mi pañuelo de remera inventando varias formas, -¡utilísima allá voy!-. También pudimos darle sentido a la carpa-mansión de Magui y Cifo, porque no habíamos llevado nuestras carpas y terminamos durmiendo los 6 encarpados como sardinas.¿Será posible que siempre en las carpas de 6 sólo entran 4?

La sorpresa fue que llegamos justo para el 25º Encuentro provincial de artesanos. Una verdadera fiesta de creatividad, en la que participaron más de cien artesanos de todo el país, para mostrar sus trabajos en mosaico, textil, cerámica, soguería, metal, fieltro y vitrofusión.  A su vez se podía disfrutar de espectáculos musicales a cargo de grupos nacionales y regionales, y de exquisiteces caseras en los puestos de comida que atendían pobladores de la localidad.


“Epuyén, un pueblo con identidad artesanal”, era el lema del encuentro, que resume su objetivo de promover y desarrollar la artesanía popular, rescatando las habilidades manuales, posibilitando el intercambio de conocimientos y destacando los elementos de la cultura regional.

Una de las actividades que contribuye a este intercambio son los talleres artísticos que brindan los mismos artesanos. Junto a otras 12 mujeres, terminamos con las manos en la lana mojada con cola vinílica. ¡Eramos tantas, que no entrábamos en la mesa y nos peleábamos por la lana! Guiadas por Muticia producimos fieltro, un textil cuya característica principal es que para fabricarlo no se teje. Esta artesana pizpireta de Trelew, convirtió hace dos años su hobby en profesión, y dedica la mayor parte del día a la producción de todo tipo de objetos en fieltro. “Aprendí la técnica con una profesora, y me gustó tanto que jamás paré de crear con este material”, cuenta orgullosa. Desde mates hasta pantuflas, ¡esta es la reina patagónica del fieltro!

También participamos del taller de vitrofusión, en el que Liliana nos enseñó su pasión con toda la paciencia del mundo. Hace  12 años, ella se jugó por ser libre. Dejó la estabilidad de su trabajo de secretaria en una oficina en la ciudad de Buenos Aires, para mudarse a Los Altares y vivir de su huerta y la vitrofusión. Su puesto de artesanías se encuentra en la puerta de su casa.” Levantarme cada mañana con la tranquilidad de mi patiecito y mi huerta, no tiene precio”, dice. Es que justamente no se trata únicamente de un  oficio, es un modo de vida.

 El episodio “Jirafa”, nos sucedió paseando por la feria con Jele. Caminábamos pausado, mirando con atención cada puesto y  escuchando de fondo las bandas musicales. Los artesanos observaban a mi amiga ,con curiosidad ya que con sus rasgos germanos y un metro ochenta y ocho llamaba la atención inevitablemente.

 En su puesto de telares, una jovencita algo retacona y de abundantes rulos, no sólo se nos quedó mirando, sino que nos detuvo.
-       ¿Les puedo hacer una pregunta?- dijo con vergüenza-¿Me puedo sacar una foto con ustedes?
-Mmm, sí- contesté entre risas, luego de traducirle al alemán la pregunta a mi amiga- pero, ¿por qué razón te querés sacar una foto con nosotras?
- ¡Por la altura de tu amiga!
Ligué la foto de rebote. La artesanita, ya nos había visto en el camping y me comentó que el andar de Jele le hacía recordar al de una jirafa, que con su cuello largo se desplaza con elegancia.


Consejo de mochilera principiante: No dejen nunca la comida fuera de la carpa, siempre puede venir algún perro malicioso y devorarles sus pizzas y papas asadas (como nos pasó a nosotros).

sábado, 1 de marzo de 2014

Desde María Birba, mestizajes del sur




El tenaz espíritu emprendedor de María Birba la llevó a trabajar durante dos años en "SURreal", un proyecto editorial que involucra a músicos de Argentina, Uruguay y Brasil, que confluyen en sus historias y trayectorias y a los que María muestra en su cotidianidad. Hoy, con el libro bocetado ya un poco ajado de tanto mostrarlo, la fotógrafa porteña se reúne con nosotros para contarnos cómo surgió su idea y quiénes la ayudar en el camino.

Por Bárbara Dibene
Fotos e infografía: Álvaro Vildoza

El punto de encuentro es una paqueta librería de Palermo a la que María llega entusiasmada y cargada con varios bolsos. Después de la entrevista tiene que reunirse con Carlos Aguirre para filmar uno de los tantos videos de promoción que tiene planeados. "Estoy en campaña, chicos", comenta sonriente y se pide un cortado.

Aunque su primera profesión fue el diseño gráfico, el trabajo en un estudio de fotografía la acercó a esa forma de expresión y a los músicos, que concurrían para realizar fotos de prensa o para las tapas de los CDs. Durante este período, además, tuvo la posibilidad de viajar a Uruguay a cubrir festivales y comenzar con el registro de imágenes en shows. El tiempo y las vueltas de la vida la llevaron a conocer a Carlos Aguirre y a los chicos del trío Aca Seca, que la hicieron plantearse una primera idea del proyecto que vendría. "Yo veía que había un movimiento musical que no tenía nombre, que no se sabía que era, si jazz o rock o folclore, y quise que quedara registrado como un grupo de gente concreto y por fuera del escenario, en sus otras facetas".

Más adelante y por cuestiones laborales, comienza a trabajar para Brasil y tiene una revelación que le aportaría la diversidad al libro. "Con los viajes me di cuenta de que los músicos de allá y de acá compartían escenarios o incluso proyectos, que se estaba armando una red. Hoy por hoy, casi todos los que conozco han tocado juntos alguna vez". Gracias a esto, se propone registrarlos bajo el concepto de música mestiza del sur e incluir, por supuesto, una banda sonora original que acompañe la publicación.

Con la mente más clara, desde el 2000 comienza a fotografiar a los catorce músicos seleccionados, de los que además es amiga. "Yo tengo una relación que superó la de fotógrafa que registra un show, por eso todo se dio tan naturalmente. Los músicos elegían un lugar propio, feliz, bajo la consigna de que tuviera que ver un poco con la génesis de su creatividad. Algunos optaron por su propia casa para mostrarme cómo arreglaban el jardín, como en el caso del Negro [Aguirre], o tejían al crochet; con otros caminamos el barrio, por ejemplo, con Andrés [Beeuwsaert] fuimos hasta la verdulería. Por esto puedo decir que no eran fotos producidas, o no tan producidas. Algunos me dijeron que hasta no se daban cuenta de que los estaba fotografiando".

Músicos participantes CARLOS AGUIRRE// JUAN QUINTERO// NORA SARMORIA// DIEGO SCHISSI// ANDRÉS BEEUWSAERT// EDGARDO CARDOZO// HUGO FATORUSSO/ /BENJAMIN TAUBKIN// LEAFREIRE// SERGIO SANTOS// ANDRÉ MEHMARI// CHICO PINHEIRO// HELOISAFERNANDEZ// RAFAEL ALTERIO

Después de esta primera etapa vinieron las cuestiones del diseño, que las delegó en una colega de confianza, y fundamentalmente las de la financiación. "Al principio la idea era ir a lugares convencionales como la Secretaría de Cultura de la Nación, de la provincia de Buenos Aires o de la Ciudad. Hablé con mucha gente amiga que tiene proyectos con este tipo de instituciones, y todo bien, pero hay mucha burocracia que me iba a perjudicar. También pensé en vender el auto y hacer esa inversión, pero la cuestión era complicada".

Fue Tatu Estela, el director de Taringa Música, quien le propuso acercarse al impulsor de Panal de Ideas para lanzar el libro por esa vía. Esta plataforma permite el financiamiento colectivo no sólo por aporte económico, sino además por voluntariados donde uno puede pedir u ofrecer diferentes servicios. Otro beneficio para los usuarios es que Panal no cobra una comisión fija, sino que quien utiliza esta vía decide cuánto pagar por el servicio. Para María, esta información fue lo que terminó de definir su concepto, "realmente fue la forma más feliz que encontré para sustentar este libro porque logra que la gente se sienta parte. Por ejemplo, pedí un poco de difusión, porque esto funciona muy bien como pre-prensa. Cuando salga va a haber un montón de gente ya informada y con el libro".

Accediendo por la web al proyecto SURreal, cualquiera puede colaborar desde cincuenta pesos y hasta 5 mil, esta última cifra especialmente orientada a empresas e instituciones. La meta es reunir poco más de 46 mil pesos para la financiación de una primera edición del libro. Mientras tanto, los colaboradores reciben una versión en PDF, fotografías y\o la banda sonora, dependiendo qué aporte hagan.

María asegura que le costó mucho pedir ayuda, tal vez por prejuicio, pero que luego se dio cuenta de que los músicos estaban dispuestos a colaborar en todo lo necesario. "Antes quería mantenerlos al margen, pero cuando les escribí para preguntarles su opinión sobre cómo financiar el proyecto, el Negro me ofreció hacer algo con su editorial, Sirirí, y lo hice entrar por Panal. Esa forma colaborativa de trabajar coincide con su pensamiento, todo se dio en el momento justo".

Por otro lado, logró arreglos con Taringa Música, Café Vinilo y la imprenta Graficar, por lo que son muchas las personas e instituciones involucradas en la publicación de su libro. "Y este es el primero, después tengo en la cabeza uno de cantoras y otro de nuevos compositores que conozco y son unos grosos".

Mientras nos muestra el boceto terminado, María nos confiesa su ansiedad, "tengo la necesidad de sacarlo a la calle, que llegue a la gente y todo se acerque más. Este libro me dio mucha felicidad a mí, a los músicos y a los que colaboraron. Fue muy fructífero". Luego guarda todo cuidadosamente y antes de despedirse apurada por los tiempo, reflexiona: "este es el año de lo colectivo y eso es lo que realmente te ayuda a crecer".


jueves, 27 de febrero de 2014

Mochilera principiante: El Bolsón (2º parte)



Por Inka von Linden

     Durante el segundo día de nuestra estadía en El Bolsón, llegaron tres integrantes nuevos y se armó una singular banda viajera: mi prima Magui y su novio Cifo, ambos de Berisso, que andaban con una mansión-carpa para seis (la única que habían conseguido prestada); Jele, una amiga alemana, que con su metro ochenta y ocho llamaba la atención en donde estuviera; el señor Atlántico, que estuvo dos meses trabajando en la Antártida y es todo un aventurero; la señorita Scout, una mochilera experta, que durante su infancia integró las patrullas de los Boy Scout; y yo, una mochilera principiante. Es decir, que más que un grupo de viaje, era un paquete de galletitas surtidas que se formó sin que lo hayamos planeado, ya que entre ellos no se conocían.

Nuestra primera parada no fue al azar, El Bolsón es un punto estratégico donde los mochileros debemos pasar al menos una semana. Ubicada al Sudoeste de la provincia de Río Negro, justo en el límite con la provincia de Chubut, la ciudad es la puerta de entrada a la Comarca Andina integrada por Lago Puelo, El Manso, El Maitén, Cholila, El Hoyo y Epuyén. A su vez, para los más aventureros, hay varios refugios para subir, como el del Cajón del Azul, el más recomendado.

Para nosotros, el camping era como el hogar al que se vuelve hambriento y sucio después de una excursión. Allí sentíamos que nos contagiábamos de la alegría y amabilidad de los vecinos. Durante el día, cada grupo viajero recorría diversos lugares y había poca interacción con los demás, pero al anochecer, después de la cena, llegaba el momento más mágico del campamento: el fogón comunal. En el “diccionario mochilero”, éste se define como el momento que se comparte con un grupo de personas sentadas en círculo alrededor del fuego, iluminadas únicamente por la luz de las llamas y acompañadas por la melodía de guitarras y voces. El dueño del fogón es aquel que mejor sabe manejar estas artes.




En una de nuestras noches allí, el camping Costa Bolsón festejó su cumpleaños con el espíritu hospitalario que lo caracteriza. Se asó un capón que compartieron entre todos los acampantes e invitaron a tres bandas musicales. Al final, improvisamos una fogata a orillas del río con los pocos que quedábamos del gran festejo y sentados alrededor de las llamas, fuimos parte del episodio más gracioso del viaje: “¿Qué papel?”

“…Baby you can drive my caaar . Yes I'm gonna be a staar…And maybe I'll love youuuuuu…”- cantaba un canadiense con voz aterciopelada, contagiándonos con el dulce espíritu de los Beatles. Agarrado a su guitarra, Alexis le daba ritmo a la fogata con melodías alegres en inglés y francés. Algunos cantábamos tratando de seguirlo, otros permanecían en silencio y unos pocos interrumpían esa armonía.

- ¡Uh no tengo más papel! ¿Tú tienes parra prrestarme? -exclamó Alex, otro canadiense, señalando a un muchacho que se encontraba al otro lado de la ronda.

-No tengo más- le contestó. ¿Alguno de ustedes dos tiene?- preguntó a los chicos que se encontraban sentados a su lado. Estos negaron con la cabeza.
Nadie tenía. Y el canadiense dejó de insistir. A los pocos minutos, las voces de la guitarreada se apoderaron nuevamente de la noche. Una morocha le pidió la guitarra al canadiense y tomó la posta con un tema de Molotov (contrastes comunes en un fogón comunal). Rompió con el idilio y comenzó a cantar con fuerza y voz grave:

“…La gente de arriba te detesta y hay más gente que quiere que
caigan sus cabezas.
Si le das más poder al poder, más duro te van a venir a joder,
porque fuimos potencia mundial y somos pobres nos manejan mal.

Dame, dame, dame todo el power para que te demos en la madre,
give me, give me todo el poder so I can come around to joder…”


En ese momento, una de las chicas se levantó y desapareció. Al volver, cruzó por la mitad de la ronda con un rollo de papel higiénico en la mano. Se acercó al canadiense y se lo ofreció.

-¿Y esto?- preguntó sorprendido, mirando al rollo como si se tratase de un objeto de otro universo.

- ¿No necesitabas papel?- respondió la muchacha confundida.

- ¡Perrro no ese papel! – estalló en risas.

Esta vez, la guitarreada se detuvo: la ronda pasó de cantar a reírse sin poder parar. Lo que vale es la intención ¿no?

Consejo MP (mochilera principiante): si usás calentador, procurá ponerlo en lo que quieras calentar y después enchufalo. ¡Y no lo sostengas por nada del mundo con las manos, porque vas a terminar en la salita por quemaduras de tercer grado!




Siguiente parada de la banda viajera: Epuyen. ¡No te lo pierdas!

lunes, 24 de febrero de 2014

Arte sobre piel



Por Bárbara Dibene
Imágenes y edición: Álvaro Vildoza

Maris y Fernando hacen arte sobre piel, así se describen y así viven su oficio desde hace varios años. Aunque hicieron caminos diferentes, ella en Argentina con diseño de maquillaje y peinado, y él en Uruguay con un recorrido por las artes plásticas, ambos terminaron dedicándose al body painting. El trabajo y los viajes fueron los grandes motivos de su unión profesional y de amistad, que recientemente los llevó a realizar un encuentro conjunto en "La carpintería Cultural".



Drexler acompañó la jornada de más de seis horas durante las cuales Maris Bustamante y Fernando Machado trabajaron sobre sus modelos. Como grandes profesionales, Horacio y Abraham mantuvieron la paciencia y la postura, perfectamente sentados en taburetes y bajo los focos de luz de la carpintería. A su alrededor, una veintena de espectadores juntaron sillas y compartieron el único mate del lugar. Algunos lo acompañaron con porciones de la torta que se ofrecía en la barra, otros, menos ansiosos, esperaron que la primera ronda de pizza estuviera lista.

El bullicio no desconcentró ni un momento a la pareja de artistas, que trabajaron basándose en diseños bocetados y especialmente creados para la ocasión. "Por lo general esta es la manera más rápida y cómoda de maquillar, sobre todo cuando tengo poquitas horas. Aunque a veces sí se improvisa, o al menos algunas partes... como en este caso vamos a hacer con la espalda", nos comentó Maribus mientras terminaba de retocar el pecho de su modelo. Fernando coincidió en esta facilidad en el trabajo y agregó: "En mi caso traté de hacer algo acorde con el espectáculo brasilero que nos continúa y la propuesta fue crear un aborigen y representar algunos elementos. Algo de la fauna y del maquillaje tribal de la amazonia brasilera, aggiornado al maquillaje artístico".

A pocos pasos de ellos, colgaban unas cintas donde la gente podía poner su opinión. Uno por uno, con letras poco acostumbradas a la mano o perfectamente caligrafiadas, los visitantes hablaron de su amiga Maris, el descubrimiento de Fernando y el ambiente cálido de la carpintería. Uno de sus dueños y compañero de comparsa de Maris, Germán, nos contó que ella fue la que se acercó con la propuesta para dar a conocer más el arte del body painting en La Plata, además de darle el espacio a su compañero uruguayo.

Con el éxito de los comentarios, los diseños casi terminados y la gente sumándose hasta en las mesas del patio, el espectáculo de Franco Acuña, "Franquinho do samba" fue el perfecto cierre de un encuentro de este y del otro lado del charco.

Desde Transeúntes los invitamos a conocer los trabajos de estos grandes artistas!


http://www.maribuscarballo.com.ar/
ImaginArt




jueves, 20 de febrero de 2014

Diario de una mochilera principiante



Crónica y fotos

por Inka Von Linden


“¿Y si en vez de planear tanto voláramos un poco más alto?”, leí una vez de Mafalda. Entonces, este verano, decidí volar... Sin rumbo ni tiempo determinados, sabía que iba a recorrer el Sur argentino con amigos. Todo era cuestión del destino.

Ni el día de partida planificamos, ya que éste dependía de lo que tardaran mis compañeros de viaje, la Srta. Scout y el Sr. Atlántico, en llegar a dedo desde La Plata. Yo los esperaba en Bariloche, nuestra base de operaciones.

Primera parada: El Bolsón (1º parte)

Ni bien empezamos el viaje, en el colectivo que nos trasladó de Bariloche al Bolsón, fuimos parte del episodio “No jamón”.

-¡¡¡Make pi, make pi!!!- manifestó con desesperación un joven israelí mientras hacía raras señas con las manos. Sus gruesos anteojos cuadrados resaltaban aún más que la colorada cabellera, de por sí contrastante con su rostro.

-Chabón, aguantate, como me aguanto yo- contestó impaciente el chófer, que trataba de no distraerse entre las constantes curvas y contra curvas del camino.

El viajero, sentado en primera fila, insistía de manera enérgica que quería que paren el colectivo para bajar a orinar. Un dato importante para el caso es que el viaje era apenas de dos horas.

-Make pi- insistió-, ¿cuánto?- preguntó apuntando su vistoso reloj dorado.

Después de que el chófer intentara explicarle un par de veces, me vi forzada a usar mi span-inglish: “Je sey that iu weit 20 minits tu El Bolsón”. Milagrosamente me entendió y comenzó a mirar con cariño la botella vacía que llevaba enganchada en mi mochila.

-Make pi- me dijo señalándome la botella. Finalmente no tuve otra opción que cederle la botella destinada para cargar agua en el campamento. El joven se levantó del asiento, se paró en la escalera de entrada del colectivo y comenzó a señalarle la botella al chófer: ¿make pi?Este se limitó a ignorar su interrogación y a seguir manejando. Entonces el colorado optó por darnos la espalda a los pasajeros y al chofer, e intentar orinar en mi botella.

¡Pero no pudo! Terminó haciéndolo en un frasco de shampoo que le alcanzó otro de los pasajeros. Cuando al fin llegamos al Bolsón, salió corriendo hacia un arbustito.

“Es para matarte, ¡le diste nuestra única botella!”, dijo Sr. Atlántico, indignado.


En fin, con una pertenencia de campamento menos, habíamos llegado a El Bolsón entusiasmados. Y la ciudad nos dio la bienvenida con un abrazo de montaña. Esa es la sensación que trasmite, debido a que está contorneada por una pintoresca cadena de cerros. Se encuentra enclavada en un profundo valle de la Cordillera de los Andes, en la frontera con Chile, y por eso goza de un beneficioso microclima. Rápidamente nos dimos cuenta de que nos esperaba un día de muchísimo calor, tanto que parecía que estábamos en Salta.

En el aire se respiraba libertad. La ciudad del Bolsón estaba ocupada por mochi-gasoleros, todos moviéndose a pie, a dedo o en colectivo, pero jamás en transporte propio. Por eso viajaban lo más livianos posible, con lo justo y necesario: carpa, bolsa de dormir, aislante (con suerte), un pequeño anafe, arroz y fideos (infaltables) y las prendas de vestir necesarias (una de cada una). En este caso, menos es más: más sencillez, más frescura, más soltura.


Se trataba, en su mayoría, de estudiantes de entre 20 y 30 años, de cabellos revueltos, ropas polvorientas de colores contrastantes como verde y naranja, mejillas tostadas y grandes sonrisas soñadoras. La parada de colectivo, la plaza, el supermercado, todo rincón se encontraba invadido por ellos. Algo que ejemplifica el lugar que ocupaban estos “hippones” era que en el supermercado, en vez de los pequeños casilleritos para guardar bolsos y carteras, tenía casilleros XXL para las mochilas.

Doce campings a orillas del Rio Quemquetreu que atraviesa la ciudad, generan una gran dinámica mochilera, porque todo se encuentra a un paso. Intuitivamente elegimos acampar en lo que considero la mejor elección: el “Costa Bolsón”. Por 35 pesos teníamos luz, agua caliente, baños, una cocina comunitaria, fogones y acceso al río. ¡Como en casa!

El camping estaba repleto de juventud, las carpas estaban por poco pegadas, y el ambiente era de lo más amigable y musical. Casi a todas horas se podía escuchar alguna guitarra de fondo y por las noches la fogata comunal era infaltable. Cada uno se acercaba espontáneamente con la bebida que tenía para convidar, a escuchar o cantar junto a las guitarras.


Continuará.

miércoles, 22 de enero de 2014

Fotopostales viajeras


La Vieja Estación, La Plata

Por Bárbara Dibene
Fotos: Gentileza de Gilda Selis

Más de una vez nos conformamos con recibir el típico "Feliz cumple, que lo pases lindo" y sus variantes para otras fechas especiales, los medios suelen ser Facebook, mensajes de texto o, si se estima mucho a la otra persona, un llamado al celular. De a poco, hemos perdido la particularidad de nuestra escritura y el entusiasmo por el detalle, pero emprendedores como Gilda Selis y su novio, Alejandro Benson, luchan simbólicamente por recuperar una gran costumbre olvidada: enviar postales.

"De acá para allá" surge a partir de la inquietud de Gilda, una joven periodista de Tolosa, que había hecho amigos extranjeros y quería enviarles postales de La Plata para que la recordaran. El problema fue que los modelos eran básicos y formales, en todos se repetían la Catedral o el Museo de Ciencias Naturales y no se llegaba a captar "la esencia" de la ciudad. "Un día se lo comenté a mi novio, que es diseñador en Comunicación Visual, y me sugirió que si no encontraba lo que buscaba, podíamos hacerlo nosotros".

Unos meses después, en abril del año pasado, ambos se presentaron en la Feria del Libro Independiente y Autogestionada (FLIA) con las postales que habían creado, y tuvieron una muy buena recepción. "Nos dimos cuenta que éramos varios los que enviábamos postales y sobre todo los que queríamos que no se perdiera esta hermosa costumbre con el auge de la era digital".

Gilda está convencida del valor de la postal no sólo por una cuestión estética sino por la dedicación de aquel que regala. "Al recibir una postal o una carta a mano, sabés que la otra persona se tomó el tiempo de sentarse, elegir el papel o la postal, escribir en puño y letra, pensar las palabras, preparar el sobre y enviarlo desde la oficina de correo. La sensación de recibir de repente una carta o una postal debajo de tu puerta que cruzó ‘analógicamente’ el mundo es mucho más satisfactoria que recibir un e-mail en tu casilla o un saludo de cumpleaños por Facebook. Es muy distinto. Tiene esas cosas del tachado, de los dibujos, de la caligrafía, de sentir el papel, de tratar de entender las letras, lagrimear encima, y guardarlas como un recuerdo y quizás en otro momento volver a verlas".


Gilda no puede salir de viaje sin su cámara y eso le permitió tener un gran archivo de fotos para comenzar con las postales, aunque después fue sacando nuevas fotos específicamente para utilizarlas en su proyecto. "Decidimos, por ejemplo, fotografiar La Plata con ojos de viajeros y no como locales. Logramos verla con mucho arte callejero, mucho verde, con mucha arquitectura única, y con muchos detalles que pueden parecer insignificantes para quienes viven allí, pero que para los extranjeros no, como los charcos".

Con cientos de registros de paisajes de la Argentina, la joven periodista menciona como los más "fotogénicos" al Glaciar Perito Moreno, el Cerro de Siete Colores, el río Paraná y un pueblo de montaña en Salta, llamado Iruya. También logró recorrer algunos lugares en el exterior que la fascinaron y forman parte de sus colecciones de postales, como Nueva Zelanda, Montevideo y algunas ciudades de Chile donde los grafitis le robaron la atención. "Últimamente en mis viajes me paso horas caminando por las calles mirando las paredes y descubriendo mensajes escritos que hablan mucho de cada sociedad. En vez de entrar a museos que suelen aburrirme prefiero estos museos de arte viviente, al aire libre, llenos de mensajes políticos, sociales o decorativos. Muchas veces son estas expresiones callejeras las que más muestran la cultura local y las que miden el termómetro del momento social que se está viviendo en un lugar. Esos momentos que no aparecen retratados en los museos tradicionales. Valparaíso explota de arte urbano y creo que fue hasta ahora uno de los lugares más fotogénicos que visité, o por lo menos uno de esos lugares a los que quisiera volver".

Recientemente, viajó a Ecuador durante dos semanas y espera que toda esa experiencia se plasme en una nueva colección.  "En Cuenca, una ciudad colonial, llena de iglesias me encontré con decenas de murales. La selva fue increíble, pasamos unos días en el Parque Nacional Yasuní, la entrada al Amazonas y fue inolvidable. Escuchar los ruidos de la selva, convivir con insectos enormes, arañas venenosas del tamaño de una mano, hormigas del tamaño de un pulgar, alacranes letales, monos, jabalíes, caimanes. Que nos enseñaran los poderes medicinales de las plantas, la inmensidad del paisaje".



Ante las fechas especiales como el día del padre, de la madre o navidad, "De acá para allá" ofrece personalización de las postales. Gilda recuerda que por ejemplo, "para el día del amigo muchos nos enviaron fotos con sus amigos y alguna frase que representara su amistad y nosotros se las hicimos. Está bueno porque es algo que despierta emoción, y que es económico. Hoy en día no comprás nada con $10, que es el costo de cada postal". Además de esto, se atiende a la demanda de los clientes, como la de "Masa crítica", un grupo de chicos que andan en bicicleta, y necesitaban una serie especial dedicada a ellos.

Para el futuro, espera seguir diseñando y en algún momento fusionar la fotografía con la escritura, tal vez agregando textos propios a las postales. Por ahora pueden contactarla en facebook y hacer su pedido, o si son de La Plata acercarse al Pasaje Rodrigo (51 entre 4 y 5) y verlas en el local Reina Batata. Desde Transeúntes le deseamos que los viajes continúen y las postales se multipliquen.

Facebook: De acá para allá

viernes, 3 de enero de 2014

La fiesta del muñeco: una tradición en La Plata

Por Bárbara Dibene
Fotos gentileza de Carolina Mostaccio

Haciéndole frente a la ola de calor más larga en la historia del país, cientos de platenses trabajaron hasta el último día de diciembre en la construcción de los tradicionales momos, enormes muñecos de madera, engrudo y papel, que durante la noche del nuevo año se hacen cenizas para celebrar lo que viene. Transeúntes comparte con ustedes un poco de los festejos, luego de pasar la tarde y la noche del 31 con los vecinos del "minion tropical".




Cuando en 1956, Luis Tortora armó el muñeco de un jugador de fútbol en honor al triunfo de Cambaceres en la Liga Amateur, seguramente no imaginó que su ocurrencia se convertiría en toda una tradición. Sólo el tiempo y el entusiasmo contagioso lograron que poco a poco los muñecos se multiplicaran y perfeccionasen. La dictadura fue lo único que los apagó, pero a fines de los ochenta renacieron con fuerza y hoy son la marca registrada de una ciudad que los adoptó y los hace hablar.

"Ponele todo, dale, que haga ruido", indica Carolina,  la joven organizadora del  momo N°142. El frente de su casa es, desde hace varios días, un taller al aire libre y hoy no es la excepción, su familia está armando bollos de papel de diario y prepara cuidadosamente los cohetes. Ella ya los contó, son 160. Los nombres de los petardos le causan gracia: "tumba ranchos bien villero" y "mata suegras" son los más populares y los más económicos. Este año una torta de 16 fuegos ronda los 150 pesos y las colectas no dan abasto.

En la mayoría de los barrios, los más chicos son los encargados de pedir monedas. Con tenacidad copan las esquinas y se quedan por horas esperando y deteniendo a los autos. Pero en este caso el rol lo tiene Camila, que con sus catorce años y una latita en las manos repite arrastrando las palabras "una colaboraciooooón". Por política propia, la familia no puso sogas ni cortó la calle, simplemente dejan que la gente se acerca voluntariamente y tienen suerte porque muchos lo hacen.



Viviana, la madre de Carolina, está sentada en una reposera en la vereda y celebra la recaudación de su sobrina. "Mira cómo encara Cami. Algo hay que darle, aunque sea un helado se tiene que comprar, un cuartito acá en la esquina". Luego recuerda cuando empezaron con la tradición, hace muchos años ya, con la idea de tener entretenidos a sus hijos y sobrinos durante las vacaciones, y como se fueron sumando otras gratificaciones, "la primera vez hicimos un Piñón Fijo y nos morimos de alegría porque la cuadra estaba llena, se había movilizado todo el barrio. Lo más lindo es la cara de los nenes cuando hacés una figura infantil, se ilusionan mucho".

Los muñecos adoptan formas diferentes todos los años, algunos personajes se mantienen y otros se viralizan por las películas de moda, como los Minions, de "Mi villano favorito", que se repiten en varias esquinas. Esta vez fueron 191 los inscriptos, cuyos responsables tuvieron que pasar por charlas informativas y obligatorias, en las que les explicaron cómo y con qué rellenar sus muñecos y a cuánta distancia de él ubicar las sogas de seguridad.

Cada muñeco lleva muchísimo trabajo. Carolina fue, en este caso, la encargada de elegir el personaje, dibujar el diseño y tomar las medidas para que las dimensiones sean las correctas. "Teníamos todo controlado, el tema de la cartapesta y la pintura re bien, lo que nos faltaba era alguien que nos ayude con la estructura, costó conseguir que nos ayudaran los hombres", se burla mientras saluda a la gente del barrio. Son casi las siete de la tarde y muchos se acercan a preguntar a qué hora lo queman. Como todas las veces anteriores será temprano, a la una y media.



Después de casi un mes de preparación, todo está listo y el clima da tregua. De los 38 grados de sensación térmica, ahora se disfrutan unos 33 y de un leve viento que alivia. Viviana se levanta y avisa que se va a bañar y empezar a preparar todo, nos saluda y felicita al grupo, "somos meritorios por hacer el esfuerzo con la temperatura de estos días. Salíamos de la pileta, hacíamos un poco y volvíamos al agua. Estamos contentos por cómo quedó".

La quema

A la una, la esquina de 140 y 49 está llena de familias esperando por el "Minion Tropical", iluminado por varios reflectores blancos. Un grupo de chicos de unos diez años llega en bicicletas, mientras otros, más pequeños, van de la mano de sus padres y se sientan en el cordón de la vereda. Desde la casa de Carolina y Viviana el cuarteto se escucha a todo volumen.

A los pocos minutos, todos empiezan a aplaudir. Los horarios se respetan casi religiosamente para que el que quiera pueda correr al resto de los muñecos, que arderán en diferentes tiempos y barrios. El papá de Carolina, un hombre alto y forzudo, hace un poco de ruido con petardos antes de prenderle fuego al muñeco desde el sombrero lleno de frutas. La explosión y el calor hace retroceder a los valientes que forman la primera fila.

Desde más atrás, niños a caballito aplauden y se ríen. El fuego dura varios minutos y muchos filman y sacan fotos. Los chicos de las bicicletas se van a otro muñeco, pero otros tantos se quedan hasta el final. La música sigue y la fiesta también, la noche es larga.





miércoles, 1 de enero de 2014

Año Nuevo holandés: entre nieve y cañones

Por Silvia Rego, desde Vriezenveen

Inauguramos nuestra corresponsalía Transeúnte con una caminante que ama viajar. Tanto que después de más de medio día de viaje , llegó a Vriezenveen, un pequeño pueblo a unos 150 kilómetros al este de Amsterdam, Holanda para pasar unos días entre la nieve y los paisajes tan distintos a los nuestros. Silvia Rego hace una breve reseña sobre los festejos por Año Nuevo y muestra en sus fotografías, casi en tiempo real, lo que ocurre por esos lares.


Los pobladores de cada región holandesa tienen sus propias formas de festejar el último día del año viejo y el primero del que acaba de llegar. En el norte, los holandeses más valientes se dan el famoso "Chapuzón de Año Nuevo", en el helado Mar del Norte. Este evento se organiza en varias playas, pero el más popular es el de la playa de Scheveningen, en La Haya.

En la zona rural de los Países Bajos, los agricultores holandeses sienten especial predilección por la pirotecnia. Llenan barriles con carburo y agua para luego taparlos y ponerlos a calentar, fabricando cañones caseros , llamados carbidkanon. Tradicionalmente, el 31 desde muy temprano los llevan en carros y tractores a zonas muy abiertas y los hacen explotar durante todo el día, intensificando los estruendos con la llegada del primer día del año nuevo. Así, lanzando petardos y tracas (petardos y cohetes colocados a lo largo de una cuerda, que van estallando uno detrás del otro), es como los habitantes de este país toman algo de calor, ya que las calles están heladas o nevadas para estas fechas. Pasada la medianoche, la gente sale a la calle para ver los fuegos artificiales y celebrar el año entrante .



Las luces de los hogares se apagan , “todas “, porque es una "noche de travesura" y dejar las luces encendidas hace a las casas un blanco fácil para la "tentación". Así transcurre el comienzo del año nuevo, algunos en silencio y otros en las calles realizando las primeras travesuras del año, que pasan de generación en generación, tales como incendiar fardos, subir carros a lugares insólitos como el techo de una casa.

Y así como los argentinos nombramos el mantecol, la garrapiñada, para ellos la comida típica del año nuevo son los famosos Oilebollen que se deben probar sí o sí. Estos panes de aceite son grandes bolas fritas redondas, cubiertas de azúcar, de varios sabores, parecidas a nuestros buñuelos aunque con un sabor distinto pues suelen estar rellenas de pasas, y se preparan para esta fiesta en las casas.

Muchas personas se pasan el resto del 1 de enero en silencio, a menudo en compañía de familiares o amigos cercanos. Otras, preparan excursiones o salen a andar en bicicleta por el campo, u organizan una recepción de Año Nuevo con una comida en reunión.