domingo, 24 de noviembre de 2013

Carlos Aguirre, un músico emprendedor


Presentación durante la última edición del FIFBA

Por Bárbara Dibene
Fotos: Álvaro Vildoza


"¿Por dónde empezamos?", pregunta Carlos Aguirre mientras se sienta en el piso sobre un almohadón. Hace apenas unos minutos terminó uno de sus shows y su tono es tranquilo, amable. En la carpa de los músicos sólo quedamos nosotros y él, sonriente, nos ve sacar la cámara y un pequeño anotador.

En septiembre, Carlos presentó su libro de partituras Canciones I, donde recopila parte de su obra para dejarla fundamentalmente a disposición de los más jóvenes. "Yo como estudiante vi un hueco grande en cuanto a la bibliografía que ofrecía la facultad. Hay muy poco escrito de autores argentinos y no entiendo por qué. En la biblioteca podía encontrar con facilidad cosas de Ginastera y otros clásicos, pero pareciera que después de eso no se hubiera hecho registro de nada más".

La editorial encargada del gran lanzamiento es Sirirí, un proyecto autogestionado por el propio músico y su manager y socia, Gabriela Redero. Este no es el primer emprendimiento que encaran juntos, ya que desde hace más de veinte años son parte del sello discográfico Shagrada Medra. "La editorial surge desde un hecho colectivo, desde pensar nucleamientos y la posibilidad de ayudar en la recopilación de historias. El caso del sello fue parecido, en Buenos Aires no nos daban bolilla y con mis compañeros no teníamos dónde publicar. Así que dijimos 'hagámoslo nosotros', aunque en ese momento no teníamos idea de cómo se hacía. Por suerte, fue una época en la que los pequeños sellos proliferaron y todos compartíamos nuestras experiencias".

Aguirre asegura que una de las cuestiones más difíciles de sus emprendimientos es la distribución. Ante la resistencia a comprometerse con grandes empresas que se encarguen de esa tarea y aumenten los costos de los libros y discos, las alternativas buscadas tienen que ser efectivas y económicas. En el caso de Canciones I, decidió hacer las presentaciones en diferentes facultades, donando ejemplares a sus bibliotecas para que puedan llegar a la mayoría de los estudiantes. Para los discos, sigue eligiendo lo artesanal y aunque cueste más, se trata, como dice él, de una "militancia cultural".




Después de compartir escenarios con grandes referentes de la música clásica y popular, el entrerriano conserva su humildad y ganas de seguir aprendiendo. Desde hace casi un año realiza una gira por el interior de su provincia con el propósito de reunir material y armar un cancionero con autores del litoral. "Me debía un estudio a conciencia de la música de mi región. Esa es la razón de esta gira que me lleva a recorrer muchos pueblitos. En cada uno organizo una mateada desde las cuatro de la tarde hasta la hora del concierto. En ese momento tengo la oportunidad de conocer músicos y otras personas que me cuentan cosas, así me voy haciendo un mapa más real, más tangible del lugar".

Por otro lado, la gira intensificó su curiosidad y sus ánimos por registrarlo todo. Cuando las distancias son cortas y puede quedarse a dormir en el pueblo que visita, aprovecha las mañanas para sacar fotos y grabar audios  para captar su "biorritmo". Al irse, se lleva con él un cargamento de experiencias que espera poder volcar algún día en sus composiciones. "Como en la Argentina latente, esa que no sale en los medios pero es esperanzadora, estoy contento de encontrar gente haciendo cosas hermosas".

Durante los viajes, por supuesto, no faltan las anécdotas y más de una vez Carlos y su socia se han perdido tratando de encontrar tal o cual pueblito. "Hubo veces que nos pasamos por varios kilómetros y el nombre del lugar ni siquiera apareciera en google. Por suerte con Gabi siempre llegamos a destino y la pasamos bien. Ella viene de la comunicación y tiene una vocación muy fuerte. Le encanta observar y anotar todo, es la que lleva el registro más fuerte".


Con decenas de canciones suyas versionadas por otros músicos y canciones que él mismo ha tomado para trabajarlas, Carlos está convencido de que lo que hace es totalmente recíproco. "Si alguien está por sacar un disco, uno puede ayudarlo con los arreglos. O si yo estoy versionando canciones de otros, como lo estoy haciendo ahora con temas del litoral, acepto sugerencias y aprovecho para meter cosas de compositores actuales. Se da un ida y vuelta que es muy lindo, muy enriquecedor".

Antes de despedirse, Aguirre nos escribe su mail "por si necesitan algo" y reflexiona sobre su momento actual. "Estoy contento, estoy haciendo lo que hace muchos años quería hacer. La idea es seguir y lanzar un libro por cada uno de mis discos. De alguna manera vuelvo a mis inicios por un rato y además sigo componiendo, con el destiempo que me lleva plasmar en mi música las grandes cosas que voy registrando de todos lados".

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El Jardín de los sabores

Imágenes y edición: Álvaro Vildoza

Transeúntes sigue en la búsqueda de proyectos originales y emprendedores en La Plata y el resto del país. Hoy queremos compartir con ustedes el trabajo de "El Jardín de las Viandas", un pulmón en la ciudad donde se puede comer rico y disfrutar de la frescura de las plantas. Alejandro, su impulsor, nos cuenta cómo surgió el proyecto que promete seguir creciendo. 




Un gato gris ronronea y se pasea por el camino de cemento que va desde la puerta hasta la cocina del Jardín de las Viandas. El sol de mediodía le hace brillar el pelaje y seca el rocío del pasto sobre el que las mesas y sillas de colores ya están puestas. Cuando una joven pareja llega con su hijo, el gato corre y salta hasta una de las medianeras. 

—Gatito, vení, vení. Mami, gatito—balbucea el nene y señala hacia la pared.

—Se llama Crispin, ya cuando baje lo vas a poder tocar—lo consuela el mozo, Raúl, mientras se acerca a la mesa que ocuparon los recién llegados. — Hola, chicos, ¿qué van a pedir?

—Qué tal, dos menú de pescado y ¿puede ser una hamburguesa para él?—La mujer alza al nene e intenta distraerlo con un video en su celular.

Raúl, alto, morocho y con el delantal negro impecable, regresa a la cocina y cuelga un papelito con el pedido. Luego comienza a hacer los panqueques para ayudar a Kairé, una de las cocineras, que está preparando la salsa. En la habitación de al lado, donde están el estante con la vajilla y una mesa larga con varios cuchillos, el dueño del jardín termina uno de los platos del día.

Alejandro es paisajista y desde el año ´98 se dedica a cuidar de sus plantas. Lo que un tiempo fue un vivero, hoy es un emprendimiento que lo tiene trabajando a tiempo completo. Las Viandas del Jardín, actualmente el Jardín de las Viandas, nació como un proyecto personal de preparar comida en el quincho de su casa y hacer delivery en el barrio. Desde principios de este año, las circunstancias y ayudas que recibió le permitieron incorporar nuevas personas hasta abrir un restaurante al aire libre con un menú rico, variado y económico.



—Lo que yo quiero es que la gente venga con ganas—asegura Alejandro, que se toma un momento y se sienta al aire libre—. Nosotros les ofrecemos una comida casera y estoy contento porque está resultando. Antes muchos pasaban y se quedaban viendo el jardín. Hoy, además, pueden ver desde la calle la cocina, que quedó muy luminosa, y eso les llama la atención.

En el fondo del jardín está la cocina con sus hornos industriales y tres mesadas con algunas tablas de madera para picar. La heladera, tan blanca como las paredes, permanece recluida en un rincón y llena hasta el tope de los estantes. Alejandro la señala y ve cómo “León”, un gato gordo y rubio, aparece y le salta hasta las piernas. Su dueño lo acaricia y sigue hablando de los orígenes de su emprendimiento:

—Yo cocino desde chico, me encanta. Desde los 17 años que vivo solo y siempre me gustó comer cosas bien hechas. Con los años me fui refinando en mi propia cocina. Siempre dije que si las cosas no funcionaban me iban a meter de lleno con esto.

Raúl se acerca con bandeja en mano a una mesa donde están charlando un grupo de mujeres. Les deja dos potes con salcitas, la panera con grisines caseros y la gaseosa. Desde la cocina, Kairé le avisa que pronto saldrán varias porciones de lasaña con salsa blanca. Todas deciden pedir eso, pero una pregunta si la salsa puede ser boloñesa.

—No hay problema, en unos minutitos ya están, chicas—asegura Raúl y va hasta otra mesa, donde una pareja se acaba de sentar.

El staff del Jardín tiene presente que los gustos de los clientes son tan personales como infinitos, por eso siempre hay una alternativa a los platos originales. Como proyección, prometen en poco tiempo abrir durante las tardes y ofrecer meriendas que incluyan variedades de tortas, tés, cafés y tragos. También, esperan que la iluminación les permita tener menúes de cena y espectáculos que acompañen las veladas. Por ahora son muchos los planes y mucho el trabajo para mantener en funcionamiento este emprendimiento.

Alejandro baja a “León” hasta el pasto y camina hasta la enorme enredadera que cubre la pared del edificio vecino:

—Esto había que aprovecharlo y ahora casi estoy viviendo acá. En el trabajo no tenemos un horario demasiado definido. Después de que la gente almuerza vemos que cosas faltan y nos quedamos preparando masas, salcitas, condimentos. Pero estoy contento, de buen humor, hacía falta un lugar así en La Plata.


El equipo de Transeúntes pudo disfrutar de un almuerzo cocinado y servido por el propio Alejandro: merluza sobre un colchón de cebollas y con salsa de tomates y arvejas, acompañada de papas a la española. Le agradecemos por darnos el gusto y dejarnos pasar un día en su maravilloso jardín.

Dirección: 5 entre 41 y 42 Número 459
Facebook: El jardín de las viandas



sábado, 9 de noviembre de 2013

Un encuentro casual, una pregunta de orientación y la historia de una promesa cumplida



Nota y fotos: Lucía Errecart

Un auto Renault 4L amarillo es estacionado en la entrada del camping del Balneario de Tapalqué. Nosotros hacía unas pocas horas que habíamos llegado allí, estábamos terminando de armar la única carpa  que había en el lugar y organizando la parrilla para la comida de la noche. En ese momento, un señor mayor se acerca a la mesa y con un previo saludo amable, pregunta por el lugar y la posibilidad de pasar la noche.

Tapalqué es una ciudad ubicada en el centro de la provincia de Buenos Aires y cuenta con un balneario, un camping y un parque preparados para que todos los veranos se llene de gente que se acerca de todos lados a disfrutar de la vida al aire libre. Pero este no era el caso, era octubre y el lugar se encontraba vacío, y más aún, a la tardecita cuando las nubes empezaban a cubrir el cielo anunciando una posible tormenta para la madrugada.

“No hay grandes periodistas. Lo que hay son grandes casualidades. Y el buen periodista es el que se da cuenta que le toca vivir una de esas grandes casualidades”. Creo que esta es una buena manera de representarlo: un hombre con muchas ganas de contar su historia y una futura periodista dispuesta a escucharlo.

 Me levanté temprano el sábado y al ver que el día había mejorado, lo llamé a Agustín, mi nieto y acompañante en esta aventura y después de una despedida familiar emprendimos el viaje alrededor de las 10 de la mañana.

Así empezaba el relato Aurelio de 72 años, que se encontraba reposado en el baúl de su auto mientras invitaba a sentarme en una pequeña banqueta que lo acompaña desde hace mucho en sus días de pesca.

 La idea de este viaje surge porque yo tuve una enfermedad, hace dos años me detectaron cáncer de próstata. Y yo no soy de ir a la misa, siempre la mandaba a mi mujer a que fuera a rezar por mí, pero ella insistía en que fuera yo. Así le prometí a la virgen que si salía a flote de ésta me iba a hacer un viajecito como el que estoy haciendo.

El recorrido desde la largada en Olavarría hasta llegar a su objetivo en Luján, tiene aproximadamente 400 km. No sólo era eso, sino que ese trayecto lo iba a realizar por calle de tierra: él en bici y su nieto de 22 años por detrás en el auto. 

Esta promesa tiene que tener sacrificio, tiene que ser “tracción a sangre” me dije, por eso el autito viejo que tiene motor y cuatro ruedas, ¿para qué más?Indicaba mientras palmeaba el vehículo a su costado . Tranquilamente podría haberlo hecho con mi otro auto, pero le propuse a Agustín si él estaba dispuesto a conducir “El Monito” (así llamaba al Renault 4L) y a acompañarme, porque yo sólo no me animaba a venir, necesitaba apoyo ya que no soy un muchacho joven (risas). 

Nadie sabía que iba a realizar esta promesa hasta tres días antes de la salida, que fue mi cumpleaños y reuní a mis hijas, mis nietos, a toda mi familia; les conté y no lo podían creer. ¿Viste cómo son las mujeres que te empiezan a llenar la cabeza? Que estudios de acá, que chequeos de allá y ahí los paré y les afirmé: sin palabras, ya está todo arreglado y ya lo tengo decidido.

A Aurelio le gusta mucho ir de pesca con amigos y/o familiares, le encanta el campo, andar en la calle y afirma que no aguanta estar encerrado en su casa sentado frente al televisor, prefiere salir y andar al aire libre.

Necesitaba cuidarme la piel del sol por cuestiones de salud, así que con remera, pantalón largo y una tela con una gorra que tenía en  la cabeza empezamos el viaje rumbo a aquí, Tapalqué. Ahora ya tenemos la carpa armada, nos pudimos bañar y vamos a descansar esta noche y ver mañana por la mañana cómo está el día para salir nuevamente, porque parece que se viene tormenta.

Aurelio, haciendo ademanes con las manos, contaba entusiasmado cada detalle sin dejar nada de lado. Al mismo tiempo le señalaba la conservadora a su nieto y le indicaba que sirva algo fresco para tomar, mientras su cabello blanco demostraba que se empezaba a levantar un poco de viento.

La lluvia que se desencadenó cerca de las 3 am inundó parte del camping de Tapalqué obligando a los acampantes a levantar el equipaje.

 Salimos al mediodía del domingo rumbo a Alvear y llegamos como a las seis de la tarde. El camino tenía mucho barro, nos encajamos y con  una cuerda larga pudimos seguir.  En ese camping los baños estaban fuera de servicio y no pudimos bañarnos a pesar de estar todos embarrados.

A las 11 hs del lunes emprendimos nuevamente el camino. Tratábamos de secar la ropa y la carpa tendidas sobre el 4L, dado la lluvia de la noche en Tapalqué. Arribamos a Saladillo alrededor de las cinco de la tarde y paramos en un camping, que  creo era de la gente del banco. Unas personas que estaban tomando mate, nos habilitaron el agua caliente y pudimos bañarnos, todo 10 puntos.

El trayecto se achicaba día tras día. Aurelio siempre afirmó que la vida es cortita y hay que vivirla, hay que pelearla y pasarla bien, hay que disfrutar.

A la tarde temprano del martes entramos en Roque Pérez. Pedimos permiso a algunos vecinos de la zona y acampamos en una de las calles, pero a última hora, cuando ya estábamos bien instalados, llegó una patrulla que nos solicitaron documentación y nos obligaron a retirarnos hacia otro lugar dónde podíamos pasar la noche.

Los tiempos los manejábamos según el camino y los vientos. Gracias a Dios y la Virgen yo físicamente seguía muy bien. Luego de seis horas de bici (siempre por camino de tierra), paramos en un camping espectacular en Navarro... estábamos muy contentos por estar cerca de Lujan (aproximadamente a unos 65 km).

El jueves salimos alrededor de las 10 hs por Ruta 47 y con el viento a favor llegamos a Luján tipo cuatro de la tarde. ¡No tengo ninguna duda de que la Virgen nos ayudó en todo el viaje!

Tuvimos varios inconvenientes durante el viaje, no llevábamos crique en el auto y en la VTV me dijeron que las cubiertas no estaban útiles para circular. Uno de los días pasó que no quería  arrancar de ninguna manera hasta que pasó un gaucho a caballo y nos ayudó. También perdí los anteojos que  increíblemente los encontré en el camino de tierra luego de haber recorrido como 10 km. 



Ante la presencia de la virgen, Aurelio agradeció la posibilidad de poder cumplir su promesa y, sobre todo,  haber vivido una semana muy intensa e inolvidable junto a su nieto.

Así termina el relato de una de las tantas aventuras de un abuelo, jubilado ferroviario, que se divierte con sus nietas cuando lo disfrazan y le sacan fotos, que tiene amigos por todos lados y que le gusta reise de sí mismo para disfrutar a pleno la vida. Simplemente, un abuelo mimetizado con el espíritu de su joven nieto.