lunes, 30 de diciembre de 2013

No hay calor que deje sin pacota al Niño


Diciembre es un mes riojano, escribía Arturo Ortiz Sosa en los años 60 para la corresponsalía del diario La Nación; es en este mes tan ardiente, en el que se juntan las familias y las fiestas de San Nicolás, el Encuentro y la Nochebuena, cuando los pastos se secan, y muchas familias desempolvan las cajas con las figuras de un Jesús recién nacido para "armar" el pesebre y esperar el canto de las "pacotas", homenaje que hace más de un siglo, jóvenes y adultos le dedican con coplas y vidalas navideñas. Transeúntes acompañó a una de ellas, desde el ensayo hasta la sexta y última visita.




—Por acá, por acá —gritó un hombre salido de la oscuridad. Saludaba desde la mitad de la calle. —La señora está enferma y los está esperando.

—Se viene el cuarto, no más. ¡Che, para allá! —Hulda, guitarrista y profesora de música, con su instrumento al hombro, dio media vuelta y guió a la “pacota”, el grupo de seis niños, dos bebés y unos cuantos adultos que habían salido a cantarle villancicos al Niño Dios. Caminaban todos juntos al ritmo que Panchi, de once años, marcaba sobre el tambor. Los demás cantaban, o conversaban, buscando la estrella de luz sobre la casa en la que estaba armado el pesebre. 

Los valientes del barrio, que escuchaban el alboroto y salían a la vereda dejando atrás el aire acondicionado, miraban encantados al grupo que avanzaba; algunos señalaban el camino, hacia tal o cual patio, o tal galería, o bajo esa parra; otros, habrán deseado “vestir”, como se dice en La Rioja, al niñito Jesús, para que la música llenara de cerca unos pocos minutos de la noche.

—Allá, allá, hay que cruzar —ordenó una de las pacoteras más grandes; llevaba dos nenas de la mano, miró a los demás y cruzaron todos juntos. Debajo de una estrella azul, hecha de alambres y luces, esperaba más gente. César, con el charango sonando, fue el primero que llegó, saludó, intercambió felicidades y todos pasaron al patio.

En una hilera semicircular, los dueños de casa y algunos vecinos aguardaban sentados frente al pesebre. Apenas unos focos encendidos colaboraban con la iluminación íntima y especial, dedicada a la imagen del Niño Dios, notablemente más grande que el resto de las figuras, ya que originalmente las familias ubicaban sólo al recién nacido, para ir agregando otras con los años.

Las figuras, cuentan, se heredan por generaciones y son guardadas con mucho cuidado hasta cada 8 de diciembre, cuando cada integrante de la familia cumple con su tarea asignada: se allana la tierra, se prenden estrellas, se busca y se pone pasto, se construyen pequeños lagos, y con bolsas de papel pintadas o cubiertas de polvo de ladrillo se forman montañas, refugio ante el sol siestero, como las de La Rioja misma. Más tarde se colocan las figuras de los reyes magos, los pastores, las ovejas y los burros, todos admirando al Niño, al que con orgullo se le obsequian también los primeros higos y las mejores uvas.



La guitarra dio el primer acorde, el charango y el tambor marcaban el ritmo, y los niños, con toc toc, panderetas y maracas caseras armadas con envases de yogurt, acompañaron el canto de los más grandes y cantaron ellos también:
Venid, pastorcillos,
venid a adorar,
que el Rey de los cielos
ha nacido ya.

Todos, visitantes y visitados, cantaban y aplaudían. Desde la calle sonaban los estruendos de las cañitas voladoras y petardos con los que los vecinos celebraban el homenaje del coro al Recién Nacido.

Con el final de los cantos, aparecieron la dueña de casa y sus hijas, felicitaron emocionadas a los pacoteros y les ofrecieron gaseosa bien fría y chupetines “para los más chicos”. Antaño, el refresco era aloja, una bebida dulce elaborada artesanalmente con el fruto del algarrobo; hoy, en cada pesebre, los agasajados convidan pan dulce y sirven agua mineral, gaseosas y hasta regalan bolsas con hielo, pues el calor es tan intenso que seca las bocas de los cantores y el frescor de las bebidas no dura mucho al aire libre.

Cuando los obsequios terminan, la pacota continúa su camino, en busca de estrellas o de invitaciones que muchas veces los hacen retroceder. Los chicos aprovechan para intercambiar instrumentos, enseñar a los menos experimentados las letras de los villancicos, y, entre gritos y saltos, se mojan la cabeza con agua fría, adelantándose a los carnavales chayeros que todos esperan, en un febrero más templado. 


jueves, 19 de diciembre de 2013

A lo que el cielo no pudo esperar

Por Daiana Gimenez


—La próxima vez que vengan va a estar más lindo —dice Javier. Tiene 21 años, el pelo ondulado, una barba incipiente, y un brillo en la mirada. Lleva una remera del Indio Solari; lo va a ver cada vez que puede, como a su otra pasión: Almirante Brown. Tiene un pantalón corto negro que dice CJS, la forma en que suele identificarse a Callejeros.
Javier es de La Matanza. Todos los días se toma el bondi a metros del santuario de Cromañon, así que pasa. Le da lástima como está. Ya no va nadie, dice. Nadie lo cuida. Así que se llevó una pala y un machete para limpiarlo. Para sacarle la maleza.
Tenía 12 años cuando ocurrió la tragedia de Cromañón.  Él no fue. No estuvo en ese recital porque días atrás ya había ido a verlos.  Desde los 10 años seguía a Callejeros; por lo general  iba con Lucas, su mejor amigo. Vivian juntos. A los recitales, a todos lados juntos. Cuando habla de él sus ojos marrones se iluminan más.
Hoy Javier tiene tatuada en su pierna derecha la palabra Callejeros junto con las zapatillas colgando, en amarillo y negro,  y el nombre de su amigo abajo.
El 15 por ciento de los muertos esa noche no había cumplido aún los 16 años; el 20, no llegaba a la mayoría de edad.  Lucas Gabriel Pérez figura como la victima 139, tenía 12 años. Era hincha de boca y  estudiaba en el Instituto Buenos Aires, de Isidro Casanova. La causa de su muerte: asfixia. Su foto en el santuario muestra un chico con una sonrisa tímida, una mirada decidida, gorra blanca y remera amarilla.
"No me dejaron verlo. Me dieron una bolsa con un cuerpo que, me dijeron, era mi hijo. Lo busqué dos días. Recorrí todos los hospitales", recordaba ante La Nación, un año después de la tragedia, Hilda Alvarado, madre de Lucas.
El 1 de noviembre Lucas hubiera cumplido 21 años. No recibió los saludos, a diferencia de muchas otras víctimas, con un cartel colgado en el santuario sino en las redes sociales. Javier en su cuenta de Facebook le deseaba un feliz cumpleaños lamentando no poder decírselo “en la cara” pero “más allá del dolor, tengo toda la paz del mundo al saber que todo lo que hago, todo, te pido opinión, consejo o simplemente una señal para ver si está bien o mal…te extraño tanto corcho, pero bueno, sé que un día nos vamos a encontrar y vamos a ser lo que supimos ser…”
La noche del 30 de diciembre la calle Bartolomé Mitre se vio repleta de gente. Corriendo los que podían, arrastrándose otros. Ante la lentitud de los sistemas, muchos chicos que pudieron salir esa noche volvieron a entrar para sacar gente, arriesgando su vida. Se calcula casi la mitad de las muertes de esa noche fueron chicos que ingresaron nuevamente al boliche.
El santuario se divide en dos partes y en muchas historias. La primera de estas partes está sobre Bartolomé Mitre, en la esquina con Ecuador, a unos 50 metros del boliche. Una cruz y una estrella de David se levantan  en la entrada de “El santuario de nuestros ángeles del rock” junto a unos banquitos desde donde se puede ver este homenaje hecho por familiares, amigos y sobrevivientes de Cromañón.
Un reloj de pared marca las 7.30 aunque sean las 16hs. Antes tuvo sus agujas pegadas con cintas en las 22.50, hora en que el 30 de diciembre de 2004, se desataba el incendio,  consumiendo así el futuro de 194 personas. Ahí están sus rostros, en una gran galería fotográfica que los inmortaliza en la memoria. Quizá uno de los objetos más significativos sean las zapatillas, que ya no tienen el color que tenían, que hace casi 9 años están colgadas ahí.
Los pedidos de justicia se hacen presentes con stickers, banderas y  recortes de diarios. El santuario señala con el dedo a Aníbal Ibarra, el entonces intendente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y Omar Chabán, el gerente de Cromañón, quien fue detenido en diciembre pasado.
La segunda parte del Santuario está cruzando la calle, dedicado “A lo que el cielo no pudo esperar”. Ahí las fotos están llenas de hollín, por el paso de los autos. Un nylon busca protegerlas inútilmente de la lluvia; hay masetas sin flores ni tierra. Un cartel pide que no se orine ni se ensucie este lugar: lo primero, en apariencia, no pasa; lo segundo, sí. Botellas, plásticos, papeles, folletos pueblan el suelo.  A eso se le suman los yuyos y un pastizal que nace entre las piedras.
Ahí, entre medio de ese olvido, a los pibes se los recuerda.  “No permitas que olvidemos tu voz, ni tu sonrisa, ni tus abrazos de oso…” le escribió su familia a Leandro Schipak, un joven de 24 años, para el quinto aniversario de la tragedia. Dani le escribe  en cursiva a Tefi “es mi estrella, mi Dios, mi razón” citando a Callejeros; abajo, Juan, el 1 de julio de éste año, le escribe que siempre va a estar en su corazón.  A Abel, alguien en una larga carta dice que lo extraña. Es Sandra, su hermana, que dice estar orgullosa de él, y que sólo espera soñarlo para así compartir unos instantes juntos. Para recordar a Seba, Kari escribió junto a su foto “En mi corazón Gallina y Ricotero vivirá la sonrisa de un bostero”. A Diego Reinaldo Maggio le escribe su hermano menor, contándole de los nervios de esa noche, la desesperación por no saber nada de él, de imaginarse lo peor y que finalmente sea lo peor. Las palabras se repiten, el dolor de todos es el mismo.
Para Javier “no hay justicia, quienes están presos son ‘perejiles’. Entre ellos, Callejeros.” Como muchos, él cree en la inocencia de la banda. Este hincha de La Fragata también se pone la albinegra en defensa de los músicos, esa camiseta que reza “Justicia, Callejeros Inocentes” al igual que un gran número de artistas y referentes de nuestro país como Adriana Varela, Martin Palermo, Víctor Hugo Morales, Carlitos Tevez, León Gieco y  Estela de Carlotto.
La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo tiene un nieto involucrado de forma más directa. Es Juano Falcone, músico de Casi Justicia Social, la banda encabezada por el Pato Fontanet luego de la disolución de Callejeros. Falcone se convirtió en una especie de vocero de la causa. Tras la detención de Patricio y el resto de los miembros de Callejeros, comenzó, junto a sus compañeros y con otros militantes para pedir por la libertad de Callejeros.

Las responsabilidades

En la parte superior del boliche, hay una placa metálica, donde se lee
Bartolomé Mitre al 3066.
LOCAL DE BAILE
CLASE “C” DE LAGARTO S.A
B MITRE 3060
La propiedad estaba a nombre Nueva Zarelux, dueña, además, del hotel Central Park, pegado al boliche. La habilitación para usar el local está a nombre de Lagarto S.A, sociedad que le alquiló a Chabán el boliche. Detrás de este entramado de empresas están  Raúl Vengrover y Rafael Levy, los verdaderos dueños del boliche, este último condenado a cuatro años y medio de cárcel.
Hoy Cromañón es un gigante de verde y rosa. Arriba se viste de negro y no es pintura. Unos chicos de unos 10 años juegan a la pelota en la puerta que hace las veces de arco. Las fajas de clausura se gastaron con el paso del tiempo aunque deberían haber estado mucho antes. La habilitación de Lagarto S.A se vencía una semana después de la tragedia, sin embargo, para los peritos el local “tendría que haber sido clausurado porque el material de su techo era altamente combustible”.
Otra de las razones por la que Cromañón debería haber estado cerrado es por el exceso de público. 1.037 era la capacidad permitida. Ese número se triplicó. La noche en que ocurrió el incendio había más de tres mil personas. Según El Movimiento Cromañón,  que nuclea familiares y sobrevivientes, la policía recibía cien pesos por cada quinientas personas extra que se permitía ingresar.
Pero Cromañón no era el único lugar en estas condiciones. Así lo demuestra el “Efecto Cromañón” : según una nota publicada por Juano Falcone donde señala que “durante el 2005 las clausuras se multiplicaron y la cantidad de boliches funcionando se redujo considerablemente: en mayo de ese año había 55, en diciembre, 67. Una porción mínima de los más de 200 que funcionaban a fines de 2004. Las clausuras, sólo en el rubro boliches, ascendieron a 370”.

La situación de Callejeros




En el 2009 se absuelve a Callejeros. Sin embargo, la Justicia tenía que encontrar responsables  para calmar a la opinión pública (principalmente a los padres que están en contra de la banda) y el 17 de octubre del 2012 la Cámara Federal de Casación Penal  emitió un dictamen contra de Callejeros, declarándolos culpables del incendio ocurrido el 30 de diciembre del 2004 en el boliche Cromañón, bajo una condena de 5 a 7 años de prisión. “Solo por tocar”, dice Javier.
El 20 de diciembre de del 2012 se ejecuta esa pena y los músicos son arrestados de forma inconstitucional.  Hace un año.

“Un procesado debe tener 2 instancias condenatorias para que se ejecute la pena, no una. Ellos tienen una absolución y una condena” explica en simple palabras el famoso “doble conforme” Juano Falcone. “Por eso nosotros decimos que la prisión en esta instancia es inconstitucional, ni siquiera estamos nosotros saliendo a poder discutir la inocencia y el pedido de absolución, estamos  pidiendo que el próximo tribunal que los tenga que juzgar los haga con ellos en libertad” dice el nieto de Estela.
Para Falcone, la justicia se encuentra con un problema mucho mayor si Callejeros es inocente “porque realmente lo que falló para que Cromañón estuviera abierto fue todo un engranaje con el que el sistema trabaja, convive y sigue fallando hasta el día de hoy”.
Sin embargo, el panorama de Callejeros se ve hoy por hoy mucho más claro. Carlos Casal, procurador fiscal ante la Corte, presentó 14 dictámenes para que se revise el falló contra la banda, donde se pide que se suspenda la ejecución de pena (osea que los músicos queden en libertad) hasta que no haya un falló firme. Falta ahora la opinión definitiva de la Justicia.
Este 20, se va a llevar a cabo un masivo abrazo a Tribunales a un año de la prisión de la banda, pero el hecho no va a quedar ahí. Hay en el país más de 20 movilizaciones simultáneas, para pedir por la libertad de Callejeros y por una verdadera justicia por Cromañon.
Para Javier “es más fácil culpar a los que están abajo que a los que están arriba. Contra el poder no podés.” Para él, necesitaban un preso, alguien que pague, y ahí está Callejeros. Algo que cuesta entender, dice y con razón, que “una persona que canta, que toca la guitarra, no mata a 194 personas”.


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Santuario Cromañon, un álbum en Flickr.



jueves, 5 de diciembre de 2013

Let`s Hangout, otra forma de aprender idiomas en La Plata





Por Bárbara Dibene y Álvaro Vildoza
Fotos: gentileza de Let´s Hangout

—Che, ¿y ésta de qué país es? Creo que no la había visto nunca en mi vida —dice una rubia muy alta mientras señala una de las banderas que están sobre la mesa de entrada. A su alrededor, varios chicos intentan adivinar la respuesta y uno pelea con el sticker de una de Colombia. Casi todos eligen la de Estados Unidos, que indica que estuvieron allí o que pueden comunicarse con los que hablen en inglés; otros, le añaden una de Brasil, otros la de Francia, o la de Canadá. Algunos tienen tres o cuatro banderas pegadas en fila, desde el corazón hasta la panza.

En "Lo de Dardo", un espacio pegado al café del Centro Cultural Dardo Rocha, suena desde adentro el ritmo bossa que acompaña a los jóvenes organizadores del evento Let`s Hangout. Manuel Alfano es uno de ellos y quien hace las veces de mozo, yendo de la barra hasta las mesas de afuera, donde varios grupos de chicos comienzan a charlar entre sí.

La idea es simple pero efectiva, tener un espacio donde practicar idiomas "de una forma divertida y no convencional". Cada participante sólo tiene que elegir las banderas que representan los idiomas que conoce
y comenzar a charlar sin consignas ni temáticas establecidas. La libertad y la posibilidad de interactuar con gente que comparte intereses logra que la timidez se vaya perdiendo. Después de unos minutos, los recién llegados se integran y los acentos se mezclan.


Manuel aprovecha que todo está en marcha y se sienta a la mesa para contarnos sobre este proyecto que está en su etapa inicial. Nos invita una cerveza y sólo se interrumpe para saludar con una sonrisa a los que van entrando al lugar.

"Todavía estamos en plena prueba piloto, pero vamos bien. Cuando inauguramos tuvimos gran repercusión. Todo el mundo estaba contento y preguntaba cuando volvíamos a hacerlo. Este es el cuarto y último encuentro del año, pero esperamos seguirlo".

Fundación ciudad de La Plata funciona desde 1983 y busca promover y desarrollar, entre otras cosas, la cultura de la sociedad platense. El proyecto Let´s Hangout se gestiona gracias a ellos y el impulso dado por Manuel y otros jóvenes que participaron del programa de intercambios y voluntariados de AIESEC. Todos compartían las ganas de viajar y aprender las costumbres y características de otros lugares del mundo.

"Cuando nos juntamos con Pame y otras chicas para formar una especie de comité organizador, la idea fue pensar cómo articular el proyecto y conseguir el espacio. Por suerte, teniendo el apoyo de la fundación para acercarnos a la secretaría de cultura, pudimos conseguir este espacio y el año que viene esperamos poder ir rotando todos los meses".

Las historias de los que llegan al evento no son tan diferentes. Muchos se enteraron por el Facebook o por los comentarios "de un amigo de un amigo" y les llamó la atención. También comparten viajes por cursos o programas de intercambio y la necesidad de mantener y mejorar el idioma. Algunos parecen tímidos al principio, y otros rápidamente encuentran de qué hablar.

"Este es un buen momento para este proyecto. Se están generando movimientos culturales nuevos y originales, como las rodas. Esto innova para el platense porque no hay una "metodología". Acá se puede tomar algo, tranqui, e ir soltándose".

Manuel nos despide resaltando la ayuda de difusión que recibió de Pachi, dueño del hostel de Frankville, donde también funciona la radio que mantiene activa con los viajeros. Para el año próximo espera seguir el proyecto con sus compañeras, sumar gente y trabajar aún más para que Let`s hangout se conozca en toda la ciudad y logre posicionarse como una gran alterativa cultural y de aprendizaje,



Para encontrarlos en facebook pueden hacer click en: Let`s Hang Out.


domingo, 24 de noviembre de 2013

Carlos Aguirre, un músico emprendedor


Presentación durante la última edición del FIFBA

Por Bárbara Dibene
Fotos: Álvaro Vildoza


"¿Por dónde empezamos?", pregunta Carlos Aguirre mientras se sienta en el piso sobre un almohadón. Hace apenas unos minutos terminó uno de sus shows y su tono es tranquilo, amable. En la carpa de los músicos sólo quedamos nosotros y él, sonriente, nos ve sacar la cámara y un pequeño anotador.

En septiembre, Carlos presentó su libro de partituras Canciones I, donde recopila parte de su obra para dejarla fundamentalmente a disposición de los más jóvenes. "Yo como estudiante vi un hueco grande en cuanto a la bibliografía que ofrecía la facultad. Hay muy poco escrito de autores argentinos y no entiendo por qué. En la biblioteca podía encontrar con facilidad cosas de Ginastera y otros clásicos, pero pareciera que después de eso no se hubiera hecho registro de nada más".

La editorial encargada del gran lanzamiento es Sirirí, un proyecto autogestionado por el propio músico y su manager y socia, Gabriela Redero. Este no es el primer emprendimiento que encaran juntos, ya que desde hace más de veinte años son parte del sello discográfico Shagrada Medra. "La editorial surge desde un hecho colectivo, desde pensar nucleamientos y la posibilidad de ayudar en la recopilación de historias. El caso del sello fue parecido, en Buenos Aires no nos daban bolilla y con mis compañeros no teníamos dónde publicar. Así que dijimos 'hagámoslo nosotros', aunque en ese momento no teníamos idea de cómo se hacía. Por suerte, fue una época en la que los pequeños sellos proliferaron y todos compartíamos nuestras experiencias".

Aguirre asegura que una de las cuestiones más difíciles de sus emprendimientos es la distribución. Ante la resistencia a comprometerse con grandes empresas que se encarguen de esa tarea y aumenten los costos de los libros y discos, las alternativas buscadas tienen que ser efectivas y económicas. En el caso de Canciones I, decidió hacer las presentaciones en diferentes facultades, donando ejemplares a sus bibliotecas para que puedan llegar a la mayoría de los estudiantes. Para los discos, sigue eligiendo lo artesanal y aunque cueste más, se trata, como dice él, de una "militancia cultural".




Después de compartir escenarios con grandes referentes de la música clásica y popular, el entrerriano conserva su humildad y ganas de seguir aprendiendo. Desde hace casi un año realiza una gira por el interior de su provincia con el propósito de reunir material y armar un cancionero con autores del litoral. "Me debía un estudio a conciencia de la música de mi región. Esa es la razón de esta gira que me lleva a recorrer muchos pueblitos. En cada uno organizo una mateada desde las cuatro de la tarde hasta la hora del concierto. En ese momento tengo la oportunidad de conocer músicos y otras personas que me cuentan cosas, así me voy haciendo un mapa más real, más tangible del lugar".

Por otro lado, la gira intensificó su curiosidad y sus ánimos por registrarlo todo. Cuando las distancias son cortas y puede quedarse a dormir en el pueblo que visita, aprovecha las mañanas para sacar fotos y grabar audios  para captar su "biorritmo". Al irse, se lleva con él un cargamento de experiencias que espera poder volcar algún día en sus composiciones. "Como en la Argentina latente, esa que no sale en los medios pero es esperanzadora, estoy contento de encontrar gente haciendo cosas hermosas".

Durante los viajes, por supuesto, no faltan las anécdotas y más de una vez Carlos y su socia se han perdido tratando de encontrar tal o cual pueblito. "Hubo veces que nos pasamos por varios kilómetros y el nombre del lugar ni siquiera apareciera en google. Por suerte con Gabi siempre llegamos a destino y la pasamos bien. Ella viene de la comunicación y tiene una vocación muy fuerte. Le encanta observar y anotar todo, es la que lleva el registro más fuerte".


Con decenas de canciones suyas versionadas por otros músicos y canciones que él mismo ha tomado para trabajarlas, Carlos está convencido de que lo que hace es totalmente recíproco. "Si alguien está por sacar un disco, uno puede ayudarlo con los arreglos. O si yo estoy versionando canciones de otros, como lo estoy haciendo ahora con temas del litoral, acepto sugerencias y aprovecho para meter cosas de compositores actuales. Se da un ida y vuelta que es muy lindo, muy enriquecedor".

Antes de despedirse, Aguirre nos escribe su mail "por si necesitan algo" y reflexiona sobre su momento actual. "Estoy contento, estoy haciendo lo que hace muchos años quería hacer. La idea es seguir y lanzar un libro por cada uno de mis discos. De alguna manera vuelvo a mis inicios por un rato y además sigo componiendo, con el destiempo que me lleva plasmar en mi música las grandes cosas que voy registrando de todos lados".

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El Jardín de los sabores

Imágenes y edición: Álvaro Vildoza

Transeúntes sigue en la búsqueda de proyectos originales y emprendedores en La Plata y el resto del país. Hoy queremos compartir con ustedes el trabajo de "El Jardín de las Viandas", un pulmón en la ciudad donde se puede comer rico y disfrutar de la frescura de las plantas. Alejandro, su impulsor, nos cuenta cómo surgió el proyecto que promete seguir creciendo. 




Un gato gris ronronea y se pasea por el camino de cemento que va desde la puerta hasta la cocina del Jardín de las Viandas. El sol de mediodía le hace brillar el pelaje y seca el rocío del pasto sobre el que las mesas y sillas de colores ya están puestas. Cuando una joven pareja llega con su hijo, el gato corre y salta hasta una de las medianeras. 

—Gatito, vení, vení. Mami, gatito—balbucea el nene y señala hacia la pared.

—Se llama Crispin, ya cuando baje lo vas a poder tocar—lo consuela el mozo, Raúl, mientras se acerca a la mesa que ocuparon los recién llegados. — Hola, chicos, ¿qué van a pedir?

—Qué tal, dos menú de pescado y ¿puede ser una hamburguesa para él?—La mujer alza al nene e intenta distraerlo con un video en su celular.

Raúl, alto, morocho y con el delantal negro impecable, regresa a la cocina y cuelga un papelito con el pedido. Luego comienza a hacer los panqueques para ayudar a Kairé, una de las cocineras, que está preparando la salsa. En la habitación de al lado, donde están el estante con la vajilla y una mesa larga con varios cuchillos, el dueño del jardín termina uno de los platos del día.

Alejandro es paisajista y desde el año ´98 se dedica a cuidar de sus plantas. Lo que un tiempo fue un vivero, hoy es un emprendimiento que lo tiene trabajando a tiempo completo. Las Viandas del Jardín, actualmente el Jardín de las Viandas, nació como un proyecto personal de preparar comida en el quincho de su casa y hacer delivery en el barrio. Desde principios de este año, las circunstancias y ayudas que recibió le permitieron incorporar nuevas personas hasta abrir un restaurante al aire libre con un menú rico, variado y económico.



—Lo que yo quiero es que la gente venga con ganas—asegura Alejandro, que se toma un momento y se sienta al aire libre—. Nosotros les ofrecemos una comida casera y estoy contento porque está resultando. Antes muchos pasaban y se quedaban viendo el jardín. Hoy, además, pueden ver desde la calle la cocina, que quedó muy luminosa, y eso les llama la atención.

En el fondo del jardín está la cocina con sus hornos industriales y tres mesadas con algunas tablas de madera para picar. La heladera, tan blanca como las paredes, permanece recluida en un rincón y llena hasta el tope de los estantes. Alejandro la señala y ve cómo “León”, un gato gordo y rubio, aparece y le salta hasta las piernas. Su dueño lo acaricia y sigue hablando de los orígenes de su emprendimiento:

—Yo cocino desde chico, me encanta. Desde los 17 años que vivo solo y siempre me gustó comer cosas bien hechas. Con los años me fui refinando en mi propia cocina. Siempre dije que si las cosas no funcionaban me iban a meter de lleno con esto.

Raúl se acerca con bandeja en mano a una mesa donde están charlando un grupo de mujeres. Les deja dos potes con salcitas, la panera con grisines caseros y la gaseosa. Desde la cocina, Kairé le avisa que pronto saldrán varias porciones de lasaña con salsa blanca. Todas deciden pedir eso, pero una pregunta si la salsa puede ser boloñesa.

—No hay problema, en unos minutitos ya están, chicas—asegura Raúl y va hasta otra mesa, donde una pareja se acaba de sentar.

El staff del Jardín tiene presente que los gustos de los clientes son tan personales como infinitos, por eso siempre hay una alternativa a los platos originales. Como proyección, prometen en poco tiempo abrir durante las tardes y ofrecer meriendas que incluyan variedades de tortas, tés, cafés y tragos. También, esperan que la iluminación les permita tener menúes de cena y espectáculos que acompañen las veladas. Por ahora son muchos los planes y mucho el trabajo para mantener en funcionamiento este emprendimiento.

Alejandro baja a “León” hasta el pasto y camina hasta la enorme enredadera que cubre la pared del edificio vecino:

—Esto había que aprovecharlo y ahora casi estoy viviendo acá. En el trabajo no tenemos un horario demasiado definido. Después de que la gente almuerza vemos que cosas faltan y nos quedamos preparando masas, salcitas, condimentos. Pero estoy contento, de buen humor, hacía falta un lugar así en La Plata.


El equipo de Transeúntes pudo disfrutar de un almuerzo cocinado y servido por el propio Alejandro: merluza sobre un colchón de cebollas y con salsa de tomates y arvejas, acompañada de papas a la española. Le agradecemos por darnos el gusto y dejarnos pasar un día en su maravilloso jardín.

Dirección: 5 entre 41 y 42 Número 459
Facebook: El jardín de las viandas



sábado, 9 de noviembre de 2013

Un encuentro casual, una pregunta de orientación y la historia de una promesa cumplida



Nota y fotos: Lucía Errecart

Un auto Renault 4L amarillo es estacionado en la entrada del camping del Balneario de Tapalqué. Nosotros hacía unas pocas horas que habíamos llegado allí, estábamos terminando de armar la única carpa  que había en el lugar y organizando la parrilla para la comida de la noche. En ese momento, un señor mayor se acerca a la mesa y con un previo saludo amable, pregunta por el lugar y la posibilidad de pasar la noche.

Tapalqué es una ciudad ubicada en el centro de la provincia de Buenos Aires y cuenta con un balneario, un camping y un parque preparados para que todos los veranos se llene de gente que se acerca de todos lados a disfrutar de la vida al aire libre. Pero este no era el caso, era octubre y el lugar se encontraba vacío, y más aún, a la tardecita cuando las nubes empezaban a cubrir el cielo anunciando una posible tormenta para la madrugada.

“No hay grandes periodistas. Lo que hay son grandes casualidades. Y el buen periodista es el que se da cuenta que le toca vivir una de esas grandes casualidades”. Creo que esta es una buena manera de representarlo: un hombre con muchas ganas de contar su historia y una futura periodista dispuesta a escucharlo.

 Me levanté temprano el sábado y al ver que el día había mejorado, lo llamé a Agustín, mi nieto y acompañante en esta aventura y después de una despedida familiar emprendimos el viaje alrededor de las 10 de la mañana.

Así empezaba el relato Aurelio de 72 años, que se encontraba reposado en el baúl de su auto mientras invitaba a sentarme en una pequeña banqueta que lo acompaña desde hace mucho en sus días de pesca.

 La idea de este viaje surge porque yo tuve una enfermedad, hace dos años me detectaron cáncer de próstata. Y yo no soy de ir a la misa, siempre la mandaba a mi mujer a que fuera a rezar por mí, pero ella insistía en que fuera yo. Así le prometí a la virgen que si salía a flote de ésta me iba a hacer un viajecito como el que estoy haciendo.

El recorrido desde la largada en Olavarría hasta llegar a su objetivo en Luján, tiene aproximadamente 400 km. No sólo era eso, sino que ese trayecto lo iba a realizar por calle de tierra: él en bici y su nieto de 22 años por detrás en el auto. 

Esta promesa tiene que tener sacrificio, tiene que ser “tracción a sangre” me dije, por eso el autito viejo que tiene motor y cuatro ruedas, ¿para qué más?Indicaba mientras palmeaba el vehículo a su costado . Tranquilamente podría haberlo hecho con mi otro auto, pero le propuse a Agustín si él estaba dispuesto a conducir “El Monito” (así llamaba al Renault 4L) y a acompañarme, porque yo sólo no me animaba a venir, necesitaba apoyo ya que no soy un muchacho joven (risas). 

Nadie sabía que iba a realizar esta promesa hasta tres días antes de la salida, que fue mi cumpleaños y reuní a mis hijas, mis nietos, a toda mi familia; les conté y no lo podían creer. ¿Viste cómo son las mujeres que te empiezan a llenar la cabeza? Que estudios de acá, que chequeos de allá y ahí los paré y les afirmé: sin palabras, ya está todo arreglado y ya lo tengo decidido.

A Aurelio le gusta mucho ir de pesca con amigos y/o familiares, le encanta el campo, andar en la calle y afirma que no aguanta estar encerrado en su casa sentado frente al televisor, prefiere salir y andar al aire libre.

Necesitaba cuidarme la piel del sol por cuestiones de salud, así que con remera, pantalón largo y una tela con una gorra que tenía en  la cabeza empezamos el viaje rumbo a aquí, Tapalqué. Ahora ya tenemos la carpa armada, nos pudimos bañar y vamos a descansar esta noche y ver mañana por la mañana cómo está el día para salir nuevamente, porque parece que se viene tormenta.

Aurelio, haciendo ademanes con las manos, contaba entusiasmado cada detalle sin dejar nada de lado. Al mismo tiempo le señalaba la conservadora a su nieto y le indicaba que sirva algo fresco para tomar, mientras su cabello blanco demostraba que se empezaba a levantar un poco de viento.

La lluvia que se desencadenó cerca de las 3 am inundó parte del camping de Tapalqué obligando a los acampantes a levantar el equipaje.

 Salimos al mediodía del domingo rumbo a Alvear y llegamos como a las seis de la tarde. El camino tenía mucho barro, nos encajamos y con  una cuerda larga pudimos seguir.  En ese camping los baños estaban fuera de servicio y no pudimos bañarnos a pesar de estar todos embarrados.

A las 11 hs del lunes emprendimos nuevamente el camino. Tratábamos de secar la ropa y la carpa tendidas sobre el 4L, dado la lluvia de la noche en Tapalqué. Arribamos a Saladillo alrededor de las cinco de la tarde y paramos en un camping, que  creo era de la gente del banco. Unas personas que estaban tomando mate, nos habilitaron el agua caliente y pudimos bañarnos, todo 10 puntos.

El trayecto se achicaba día tras día. Aurelio siempre afirmó que la vida es cortita y hay que vivirla, hay que pelearla y pasarla bien, hay que disfrutar.

A la tarde temprano del martes entramos en Roque Pérez. Pedimos permiso a algunos vecinos de la zona y acampamos en una de las calles, pero a última hora, cuando ya estábamos bien instalados, llegó una patrulla que nos solicitaron documentación y nos obligaron a retirarnos hacia otro lugar dónde podíamos pasar la noche.

Los tiempos los manejábamos según el camino y los vientos. Gracias a Dios y la Virgen yo físicamente seguía muy bien. Luego de seis horas de bici (siempre por camino de tierra), paramos en un camping espectacular en Navarro... estábamos muy contentos por estar cerca de Lujan (aproximadamente a unos 65 km).

El jueves salimos alrededor de las 10 hs por Ruta 47 y con el viento a favor llegamos a Luján tipo cuatro de la tarde. ¡No tengo ninguna duda de que la Virgen nos ayudó en todo el viaje!

Tuvimos varios inconvenientes durante el viaje, no llevábamos crique en el auto y en la VTV me dijeron que las cubiertas no estaban útiles para circular. Uno de los días pasó que no quería  arrancar de ninguna manera hasta que pasó un gaucho a caballo y nos ayudó. También perdí los anteojos que  increíblemente los encontré en el camino de tierra luego de haber recorrido como 10 km. 



Ante la presencia de la virgen, Aurelio agradeció la posibilidad de poder cumplir su promesa y, sobre todo,  haber vivido una semana muy intensa e inolvidable junto a su nieto.

Así termina el relato de una de las tantas aventuras de un abuelo, jubilado ferroviario, que se divierte con sus nietas cuando lo disfrazan y le sacan fotos, que tiene amigos por todos lados y que le gusta reise de sí mismo para disfrutar a pleno la vida. Simplemente, un abuelo mimetizado con el espíritu de su joven nieto.



lunes, 21 de octubre de 2013

FIFBA 2013, una fiesta legendaria

Por Bárbara Dibene
Fotos y edición: Álvaro Vildoza



—Bienvenidos al festival, ¿les dejo el programa? —dijo una rubia acercándose a un grupo que acababa de llegar. Su nombre, Nadia, estaba indicado en el cartel amarillo que tenía prendido en la remera.

— ¡Bueno, gracias! venimos a la clase de zapateo, ¿dónde sería eso? —El primero de la fila miró desorientado la cantidad de gente que iba y venía y se acomodó la guitarra en la espalda. La rubia señaló hacia una cancha de tierra, despidió a todos con una sonrisa e interceptó a otros recién llegados con el mismo saludo.

Durante el segundo fin de semana de octubre, miles de personas se acercaron hasta el Paseo del Bosque para participar del Festival Internacional de Folklore Buenos Aires, un evento que reúne por quinta edición a artistas locales e internacionales de lo clásico y lo nuevo del género.

Los escenarios fueron montados al aire libre y cada uno respondió a las características de los shows que allí se realizaron. Uno de los más concurridos fue el Siestario, donde los adultos se adormilaban en los asientos acolchonados y en las hamacas paraguayas que colgaban de los árboles, mientras los más chicos las usaban para balancearse hasta quedar envueltos como en un capullo.

—Lucía, cuidado, te vas a caer… —balbuceaba un joven padre mientras se levantaba con esfuerzo y veía a su hija jugando cabeza abajo —.Vamos con mami que esto ya empieza, ¿dale? —El hombre la alzó desde los pies y la apoyó suavemente en el pasto. La nena se rió y salió corriendo hasta donde estaba su mamá cebando mate.

Fue entonces cuando cuatro músicos con delantal blanco se subieron al escenario cargando dos guitarras y un acordeón. Varios gritaron “los cocineros”  y los saludaron con confianza. Los chicos saltaron de las hamacas y se sentaron delante de todo formando un cordón; fueron ellos los más sorprendidos cuando al show se sumaron tres personajes con cabezas de zorro, gallina y conejo que los hacían levantarse para ponerse a bailar.

―Ma, mirá, son famosos, acá están―dijo una nena toda vestida de rosa que señalaba la foto del programa.

Una tarde de carnaval

A unos pasos del Siestario, un grupo de chicos esperaban ansiosos que Coco, uno de los organizadores del taller de “workshop humatoy”, terminara de repartir una caja para cada uno.

― ¡Yo quiero una ballena, por favor, por favor! ¿Se puede? ―Un nene muy pecoso y abrigado fue el primero en contestar qué era lo que quería hacer. Los demás lo siguieron y entre el griterío se escuchaba “un monstruo, un pajarito, un perro, un cocodrilo”.

Las mesas estaban llenas de cartulinas de colores, marcadores, tijeras y pegamentos. En cada una, los ayudantes seguían las directivas de los chicos y cortaban en las cajas los espacios para los ojos y la boca. De a poco, las máscaras fueron tomando forma y los que terminaban se acercaban emocionados a su familia.

Una nena “león” con sus ojos grandes y dientes afilados daba vueltas alrededor del coche de su hermano, rugiendo sin que éste se inmutara. La madre la hizo hacer varias poses, le sacó muchas fotos y la llevó hasta donde estaba Sebas, otro de los organizadores, un hombre barbudo y muy sonriente que daba indicaciones:

—Bueno, chicos, ahora vamos a ir a dar a una vuelta para que todos muestren lo que estuvieron haciendo, ¿les parece? —Los chicos corearon que sí y comenzaron a saltar. —Necesito un par de padres que nos acompañen y lleven estos carteles, ¿están listos? —Varias personas se ofrecieron y comenzaron a caminar en dos filas.

Los chicos se ajustaron las máscaras para ver un poco mejor y avanzaron con los más grandes: algunos solos, otros de la mano y una sola a upa, llorando enojada porque ella en realidad quería ser mariposa y no tortuga. Los grandes sacaban más fotos, filmaban, se reían y mantenían el paso tranquilo del desfile. Cuando pasaban la gente los saludaba y felicitaba, y otros chicos empezaban con las preguntas.

— ¿Por qué esos chicos tienen disfraz?, yo también quiero —protestaba un nene colgándose de la pollera de su mamá, que se movía al ritmo de la cumbia digital de Sonido Guay Neñë.

La pantalla del escenario Alternativo dejó de mostrar al percusionista y el camarógrafo del FIFBA enfocó al grupo de chicos y padres que cruzaban saludando y agitando los carteles por entre medio del público. Todos estaban parados y bailaban con sus camisas holgadas y de colores, pañuelos en las cabezas, muchos en alpargatas y otros descalzos.

Coco y Sebas fueron los encargados de producir la foto final. Acomodaron al grupo como un gran equipo de rugby y todos sonrieron a la docena de cámaras que disparaba una y otra vez. Los chicos más que felices se separaron saludándose con la mano y se fueron a disfrutar del resto del festival y más de uno, de la merecida merienda.

Recorrido gourmet

Frente a los diferentes escenarios la gente se protegía del pasto con programas de mano, toallas y sábanas para poder recostarse y descansar. Muchos se terminaban durmiendo mientras los demás continuaban la ronda del mate y comían cosas dulces. Los más preparados, aquellos que contaban con mochilas enormes a punto de explotar, sacaban desde tapers con bizcochuelos cortados en porciones generosas hasta varios paquetes de galletitas. Otros, los que sólo habían pasado a ver y les terminó gustando, aprovecharon la amplia oferta gastronómica del lugar.

Varias chicas se paseaban por el Bosque con sus canastas llenas de tortas, budines o panes rellenos y se acercaban a las rondas donde ya no veían nada para comer.

—Hola, ¿les puede ofrecer algo? Me quedó un bizcochuelo riquísimo de limón y un par de galletitas de avena —sugirió una morocha con el pelo envuelto en un pañuelo violeta igual que su pollera. La chica recostada sobre su novio lo miró y se levantó asintiendo la cabeza.

—Dale, dame dos porciones del de limón, ¿cuánto sería? —La vendedora las puso sobre varias servilletas y les dio una tarjeta de su emprendimiento “Candela, cositas ricas y sanas”.

A pocos metros, uno de los senderos era todo un paseo de comidas donde los puestos se amontonaban y enviciaban el aire con olor a humo. Varios se dedicaban a darle vuelta a los chorizos que largaban un jugo aceitoso y otros a reacomodar las pastafrolas en los espacios vacíos de las bandejas. 

En el puesto de “Arepas Col” la gente hacía cola y miraba curiosa cómo se cocinaban sus pedidos.

―Pidamos dos para probar, una de queso y otra con jamón. Hay un montón comiendo eso, ¿vieron? ―le decía una chica a sus amigas y señalaba a una pareja que compartía una arepa.
Sus dueñas, Olga y Carolina, son dos colombianas que decidieron traer esa tradicional comida de su país y empezaron esta exitosa propuesta.

―Lo bueno es que las podés rellenar con lo que quieras. Están hechas de harina de maíz y son livianitas. Hacemos delivery si te interesa, podés buscarnos en facebook ―Olga entregó varias tarjetas y el pedido, dos arepas bien calientes.

Canciones viajeras

Cuando Carlos Aguirre subió al escenario Fogón los alrededores del lugar estaban llenos de gente sentada, acostada y con cámara en mano que gritaban “negro, negro”. El músico probó el piano y puso mala cara, el sonido era difuso y acoplado.

― ¿Esto se escucha así ahí abajo?―preguntó haciéndole señas al sonidista. Muchos gritaron que sí y comenzaron a hablar entre ellos en susurros.

―Ese piano no puede estar mal, vale como un auto. Seguro conectaron algo mal ―aventuró un chico con boina que gesticulaba posibles arreglos. El encargado y tres ayudantes toquetearon los cables con gesto grave mientras Aguirre esperaba casi en el final del escenario.

 A  los pocos minutos lo llamaron y el entrerriano pudo comenzar su recital con canciones inspiradas en el Litoral, aclarando con voz y gesto tranquilo:

―La visión que tengo de esa región incluye la cultura de Uruguay y en el sur de Brasil, para el arte no hay fronteras geográficas ni de ningún tipo.

Muchos acompañaron los temas con palmas y cantando bajito, otros se dedicaron a sacar fotos esquivando cabezas. Una chica recostada sobre otra cerró los ojos, adormeciéndose. Aguirre se tomó su tiempo y entre los temas habló de su infancia, la relación con otros músicos y la alegría que le daba el “acercamiento” de los compositores. Su despedida, tan cálida como todo el recital, fue un abrazo imaginario y palabras cariñosas:

―Les agradezco a todos, se siente una energía muy linda desde acá. Hasta pronto. Le dejo paso a dos amigos, Luna Monti y Juan Quintero, otros viajeros de nuestro país.

El aplauso y el intervalo dieron paso al dúo que presentó su último CD juntos, “Después de usted”, en el que interpretan temas de diferentes compositores. Él entró con su guitarra y ella, agitando su pollera marrón y sonriéndole dijo:

― ¿Con qué empezamos, amor?  ―Y sonó primero “El cumpita”.

La gente permaneció silenciosa, atenta, apenas moviendo un poco la cabeza. Los grupos que estaban pegados al escenario les alcanzaban de vez en cuando un mate y después lo acariciaban como si hubiera sido bendecido.

—Son muy lindos, se nota que se re quieren —susurró una chica cuando la pareja se despidió, tras una hora de show, fuertemente agarrados de la mano.

El presentador apareció a los pocos minutos y recordó que a las nueve tocaría Arbolito en el escenario Panorama para cerrar el festival. La gente comenzó a pararse y caminar a paso de procesión con sus termos vacíos y programas arrugados. Al FIFBA le quedaban apenas unas horas.

—Si te fijas ya están levantando todo por allá, se termina la fiesta —anunció una organizadora por handy —, pero nadie se la va a olvidar.





domingo, 13 de octubre de 2013

Adelanto transeúnte del FIFBA



En esta  5°edición del Festival Internacional Folklore Buenos Aires (FIFBA), Transeúntes tuvo la oportunidad de realizar una cobertura especial y entrevistar a Carlos Aguirre, uno de los grandes músicos del género. Con sencillez, el entrerriano habló de la gira que está realizando por el interior de su provincia y de la esperanza que le genera el descubrimiento de proyectos colectivos en los pueblos. El lanzamiento de su libro "Canciones " con la editorial Sirirí que fundó con Gabriela Redero y el éxito del sello discográfico Shagrada Medra lo convierten en un gran emprendedor. Por eso queremos ayudar a que su música y sus proyectos se difundan.

Muy pronto se vienen las crónicas de un fin de semana que nos dejó el espíritu alegre y con ganas de conocer más del arte que se genera en nuestro país, además de la entrevista completa y todas las fotos. Estén atentos y muchas gracias a los organizadores y toda la gente tan bien dispuesta que participó del Festival.

Staff  de Transeúntes


miércoles, 9 de octubre de 2013

Una casa en la mochila


Entre Buenos Aires y México DF hay 7.400 km, una distancia que en avión y sin escala se recorre en alrededor de diez horas, pero que cuatro amigos decidieron hacer “mochileando” durante casi nueve meses. El resultado de la experiencia es Plan B Viajero, un blog a modo de diario donde no se cuentan sueños, sino realidades.


Salar de Uyuni, Bolivia

Los promotores del gran viaje fueron Gaby y Camilo, una argentina y un mexicano radicado en el país que se conocieron el año pasado trabajando en una pizzería de Capital Federal. La idea fue de ella y aunque al principio era sólo un deseo, con el tiempo la propuesta se hizo firme y sumaron a dos personas al plan, Pedro y Maxi. Hoy, gracias al skype y la suerte de haberlos encontrado en las redes, nos cuentan los detalles de cómo planearon la travesía.

―Para empezar, investigamos bastante y vimos que lo más barato era tomarse un tren hasta Tucumán que salía 75 pesos, pero para tener un pasaje había que pasar varias noches en Retiro esperando su venta― recuerda Gaby mientras se ríe y acerca a la pantalla ―. También nos guiamos por comentarios de amigos y conocidos que habían ido al norte argentino, un destino que está “de moda”.

—Sí, pero al avanzar más, nuestra única referencia era la que nos daba la gente que íbamos conociendo. Muchos nos decían “vayan a este lugar, o mejor a aquel otro, no pueden no ver esto”. Tuvimos bastante suerte. —Camilo se rasca la cabeza y recuerda el caso de Purmamarca, una localidad de Jujuy donde el gran atractivo es el Cerro de los Siete Colores. —Al turista se le vende lo bonito, pero por ejemplo en ese lugar están desalojando a pueblos originarios. Nosotros decidimos ver eso también.

Para este grupo de viajeros los lugares tienen una cara maquillada y otra real, por eso se propusieron desde el inicio convivir con los locales y aprender su cultura de primera mano.

—Lo que más me sorprende es como todo se mantiene vivo, como hay tradiciones que llevan cientos de años pasando de generación en generación. Es impresionante. —Gaby estudió Historia del Arte en la Universidad Nacional de La Plata y su interés durante el trayecto fue “insertarse” en la lógica del lugar para aprender lo más posible.

Sin embargo las perspectivas son diversas y para Camilo, la gastronomía es otra de las maneras más fieles de "conocer". Muchas veces tuvieron que cocinarse ellos mismos, para abaratar costos, pero aún así recuerda los platos más llamativos.

—Hay cosas que hay que probar: el ceviche de Perú que es un plato abundante de arroz y mariscos; el corrientazo de Colombia que tiene arroz, plátanos fritos, frijoles, ensaladas y un pedazos de carne; y los patacones, bananas fritas con queso y salsas. Todo rico, barato y llenador.


San Jacinto, Colombia


Corrientazo Colombiano (foto: colombiadeuna.com)

En PlanB viajero pueden encontrarse crónicas de viajes y una especie de manual para el mochilero de hoy y de siempre. Los chicos se proponen dar consejos sobre cómo elegir la mochila y qué llevar en ella, cómo manejarse en determinadas ciudades y qué destinos son infaltables. En varias notas remarcan la pobreza de Latinoamérica, la desigualdad, pero también sus ganas de avanzar y generar algo nuevo y transformador.

Actualmente los chicos se encuentran en México y se proponen iniciar un proyecto de muralismo urbano en base a todo lo que han visto en su recorrido. Además, como buenos viajeros, piensan en su próximo destino y dudan entre dos alternativas: volver por tierra hasta Buenos Aires pasando por los países que les faltaron, o irse directamente a Europa y conocer lo que no se vende en el paquete turístico. Gaby saluda con la mano y antes de apagar el skype asegura:

—Nos queda mucho por recorrer pero siempre vamos a volver a Argentina. 


Ruinas de Palenque, México 



En facebook los pueden encontrar en Plan B, Viajero